sábado, 16 de octubre de 2021

¿Será que Colón pasó por la UDO?

Portal de entrada al Núcleo Sucre de la Universidad de Oriente. Foto: Analitica.com      

«¡Se lo merecen!», reprenden algunos… «¡Es justicia histórica!», increpan otros.

Es así como los que ostentan hoy el control de las instituciones lanzan sus admoniciones en contra de Colón y sus colegas, mientras derriban sus estatuas y vandalizan sus monumentos, acusándolos de destrucción y barbarie y reclamando por ello expresiones  de perdón y arrepentimiento por parte de los que, 20 generaciones después, representan al país del que hace más de 500 años zarparon los conquistadores. 

Pero, más allá del sentido práctico de tales expresiones airadas de supuesta reivindicación, o de la utilidad real de la venganza física perpetrada sobre estatuas; por encima de este colosal anacronismo, me resuena, más que cualquier otra, una palabra acusatoria que permanentemente está en boca de los que demandan excusas en el siglo XXI por actos acaecidos en el siglo XV: «barbarie».

«Falta de cultura o civilidad»; «Fiereza, crueldad». Así lo define la RAE. Pero, no nos conformemos con la definición de esta Academia Real que forma parte de la monarquía que promovió  los agravios coloniales. Veamos qué dice Wikilengua: «La barbarie es una crueldad que proviene de la ignorancia, de la estupidez, del error, de la superstición, de las preocupaciones; en una palabra, de falta de educación, instrucción y talento». 

Son terriblemente coincidentes y complementarias estas definiciones. La barbarie contiene, efectivamente, crueldad, pero también encono; se nutre del resentimiento y persigue el poder y la dominación absoluta sobre los que la sufren. Y si hay algo peor que la barbarie misma y sus manifestaciones, es la barbarie sistematizada.

No voy a abundar sobre lo obvio. No voy a sumar otra denuncia más a las decenas de miles que brotan a diario en protestas de calle, en demostraciones estudiantiles y en los contenidos inflamados que pueblan las redes sociales. Ya no sé ni qué conjeturar sobre las motivaciones de los autores «intelectuales» (si cabe el adjetivo) y materiales de la ruina y de la decadencia. ¿Condicionarnos a vivir y a aceptar la mediocridad? ¿Destruir, para luego remendar malamente y erigirse como salvadores? Estas preguntas y mil más por el estilo permanecen sin respuesta, ni siquiera bajo la forma de hipótesis pergeñadas por los verdaderos expertos en política y sociología. Mucho menos cabe esperarla de un oceanógrafo que apenas puede, nuevamente sumido en la indignación y más allá de definiciones lingüísticas y académicas, mostrar la imagen de la barbarie que le envía desde Cumaná un abrumado colega:

Foto: Freddy Arocha; viernes 15 de octubre 2021 (529 años después).

Barbarie… ¿A quién corresponde endosarle la palabra en cuestión? ¿A Cristóbal Colón, a Fernández de Zerpa, o, más bien, a algunos individuos que habitan el presente, pero que buscan justificaciones en la oscuridad de los siglos pretendiendo alterar el pasado, ante su incapacidad de mejorar el futuro?     


 

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