viernes, 24 de abril de 2020

¿El milagro de la multiplicación de los peces?

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https://www.yucatan.com.mx/internacional/toneladas-de-peces-sorprenden-a-venezolanos-lo-consideran-un-milagro


“Arribazones” de jureles en las costas de Carabobo y Aragua; profusión de estos mismos peces en playas del norte de Margarita; catacos y bagres varados aquí y allá; ingentes caladas de sardina en orillas hace tiempo despobladas por estos humildes y esenciales animalitos.


Todo parece confluir en tiempo y espacio como una respuesta divina a las necesidades de los pobres de esta Tierra de Gracia, castigados por plagas de diverso pelaje, a la vez que la “Madre Natura” nos echa en cara su fuerza y vitalidad, a pesar de lo maltratos. Evidencia de ello también, zorros, venados, cabras montesas, jabalíes paseándose a gusto por calles y jardines de las ciudades del mundo. Mamíferos marinos regodeándose en muelles, canales y marinas, o saltando a tierra por las calles de San Cristóbal, en Las Galápagos; ruidosas bandadas de pájaros atravesando la calina caraqueña.


¿Cómo explicar esta súbita y extraña versión de Jumanji?

Se me ocurre decir al rompe, que efectivamente algo es diferente es nuestra perspectiva para observar: más tiempo para hacerlo, más gente en la tarea, más medios para registrarlo, más plataformas para difundirlos con inmediatismo absoluto y la sensibilidad exacerbada en las RRSS por el sufrimiento de cientos de miles de congéneres  del que somos testigos en vivo y en directo.


En segundo lugar, intentemos consideraciones, digamos, más frías: ¿esa aparente hiperabundancia de peces al alcance de la mano es un nuevo maná? ¿Esos animales silvestres circulando libremente por las ciudades son una suerte de venganza de la Naturaleza que retoma sus espacios? 


Pensemos, por ejemplo, en la enorme cantidad de embarcaciones que en nuestro país, por imposición de la cuarentena, por escasez de gasolina, entre otras muchas, dejaron de circular por nuestras aguas costeras, justo en tiempos de Cuaresma y de vacaciones, cuando los vientos Alisios del noreste soplan con más intensidad, enriqueciendo nuestras costas. Agua fértil con menos de la perturbación generada por lanchas cargadas de turistas y por botes pesqueros; menos evitamiento por parte de peces y otros animales de aguas orilleras y más teléfonos inteligentes en manos de la gente que se aventura a las costas y que, a través de sus videos, componen percepciones de una prodigalidad de las aguas que no necesariamente es tal.


Mientras tanto, en tierra, en ciudades y pueblos, con su fragor perdido, el aire más limpio y la gente encerrada, los animales, ni tontos, como apunta un estimado colega, aprovechan jardines y depósitos de basura, sin tener que enfrentar el rechazo de los habitantes regulares. Es la fauna silvestre que nos acompaña siempre, pero que no tenemos tiempo de observar distraídos en nuestras ocupaciones y que repudiamos porque nos incomoda en nuestros nichos que están concebidos para la exclusión.


¿Demasiado ecuánime y objetivo este intento de explicar, al menos parcialmente, este reacomodo espacial de las especies en el que Dios y nuestros santos no tienen nada que ver? No necesariamente si aprendemos a entender la Naturaleza como un milagro de la Creación que merece respeto. Y respetar el milagro es hacer uso racional de sus dones, en lugar de “administrarlos” bajo la irresponsable y majadera premisa aquella de que “la Providencia proveerá” (atención Insopesca y un largo etcétera).


Leyendo un artículo de un poeta cuyos escritos frecuento, acabo de toparme con esta cita de San Agustín: “La naturaleza de Dios es como un círculo cuyo centro está en todas partes y su circunferencia en ninguna”. 

Atreviéndome a interpretar al Santo Doctor, pienso entonces que cada uno de nosotros es el centro de uno de esos círculos y nuestras acciones, la circunferencia, puede tener efectos desconocidos en límites difusos… justo como es el caso para cualquier ecosistema y sus componentes. En definitiva pues: la responsabilidad es nuestra y no de la Providencia. El milagro verdadero es la capacidad con la que fuimos dotados para asumirla.


Leyendo, analizando y comentando

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