miércoles, 29 de noviembre de 2017

"Entre los peces y el hombre ¡es la guerra!...la guerra total..."


Aspecto de la cubierta de un barco pesquero, luego de un par de horas de faena. Foto: Juan José Cárdenas.

La cita completa atribuida a Pierre Shoendorffer, matiz filosófico tomado de un documento técnico de un estimable colega y mentor, dice así:  

«Entre los peces y el hombre ¡es la guerra!...la guerra total. Si nosotros ganamos, que es lo que creo, nuestra victoria será nuestra derrota… pereceremos con la desaparición de nuestro adversario. La Creación sobrevivirá, ya ella ha visto cosas peores en el curso de las eras geológicas…la Creación sobrevivirá, el hombre…no lo sé…mientras tanto, hay que pescar…de algo hay que vivir…».

Esta cita de Shoendorffer, escritor, reportero y cineasta francés, nace probablemente inspirada en sus años de marino por el Mar del Norte, en tiempos de crecimiento de las pesquerías que poco después darían muestras de que no eran inagotables, tal como se aseguraba a principios del siglo pasado.

Son palabras proferidas con el tono fatalista de quien advierte que el desastre es ineluctable. Están escritas en clave de resignación, pero son expresión de la nueva realidad en aquellos años y, lo peor, podrían tener absoluta y actual vigencia: la FAO advierte que más del 20% de los stocks de peces del planeta, están siendo sobrepescados. 

Buena parte del genio humano se ha invertido en perfeccionar los medios para hacer la guerra. Nuestra guerra contra los peces también ha conocido de avances tan determinantes, que la tecnología nos garantiza el «triunfo» contra nuestros «enemigos». 

La ingeniería naval, el desarrollo de los artes de pesca y los avances en la electrónica aplicada a la detección de presas, nos han asegurado la «victoria»: hemos sido testigos del colapso de las pesquerías del bacalao canadiense y de la anchoveta peruana; del desplome de las capturas en el Mediterráneo, de la merluza argentina, de la sardina de Portugal...en fin...no hay dudas de que estamos ganando guerra tras guerra.

Mucho más cerca; en nuestros propios campos de batalla, con armamentos menos sofisticados (redes artesanales de arrastre costanero; mandingas y máquinas de argolla) y con ejércitos cada vez más grandes (40 mil unidades pesqueras... 4 veces más que hace un par de décadas), nuestros «contrincantes» ya dan muestras de rendirse: caída de la biomasa sardinera y de su extracción en más del 50% y disminución de las capturas totales anuales en la misma proporción, con respecto al promedio de los años iniciales del siglo. 

Atrapados en su contumacia bélica, según la cual la biología, la economía y la ecología son asimilables a las artes militares, nuestros generales y almirantes (los grados son literales), responsables del sector, no reparan en que la ciencia y la gestión pesqueras deben referenciarse mutuamente para asegurar la paz de la sostenibilidad.   

Mientras tanto, hemos perdido otras guerras; guerras que sí hemos debido ganar: la «guerra económica», la guerra contra el hambre y la desnutrición; contra el hampa, la corrupción y la desinstitucionalización.


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