martes, 24 de abril de 2018

Trump y la sardina


 
Chinchorro sardinero en la bahía de Pampatar, isla de Margarita. ¿Por cuánto tiempo más este espectáculo será visible?

Hace tres días fui consultado por un grupo de gerentes de la industria conservera nacional, dada su inquietud por la escasez de materia prima que inviabiliza sus metas de producción y acrecienta sus incertidumbres sobre el devenir de este sector en el país.

En un ambiente de trabajo inspirador, digno, cargado de la energía de jóvenes directores que, en su apuesta por el país al que pertenecen, invierten briosos esfuerzos intelectuales y físicos para cumplir con su labor, nos tropezamos, sin embargo, una y otra vez con toda suerte de obstáculos y bloqueos para diseñar una ruta para incrementar o apenas mantener la producción. Las condiciones actuales hacen que hoy, una lata de sardina, una sola, sea la expresión de una epopeya.

Efectivamente, y según se percibe en la costa, los desembarques de sardina han disminuido en lo que va de año con respecto a años recientes (para los que ya se registraba una contracción del 60-70% con respecto al años 2000), a pesar del adelanto del levantamiento de la veda, además de que los pocos peces capturados exhiben una talla promedio inferior a la mínima permitida.

Las preguntas que obviamente saltan en medio de la preocupación son: ¿qué está pasando? ¿Qué debemos esperar? ¿Cómo se explica esto?

La respuesta más sistémica y ciertamente la más manoseada y útil por estos días es el bloqueo… todo es consecuencia del bloqueo.

Así es:
·         El acceso a información ecológica actual, datos y variables pesqueras para conocer el estado del recurso pesquero y orientar su manejo, está bloqueado.
·         Hay protocolos de manejo contingentes y planes de monitoreo propuestos, pero su implementación está bloqueada.
·         Las vías y planes de capacitación de personal especializado están bloqueados.
·         La disponibilidad de recursos financieros para la puesta al día de equipos e infraestructura para la investigación, está bloqueada.

A pesar de estos bloqueos, el sector científico ha hecho algunos amagos de superarlos y esto es una muestra de lo logrado:

·         Tres años se tomó el gobierno para aprobar un proyecto de evaluación del recurso sardinero y para autorizar el uso del equipo electrónico de prospección del Estado (el único que hay en un país con 1 millón de km2 de aguas territoriales). Cuando finalmente los fondos fueron aprobados y el equipo concedido, el monto presupuestado inicialmente había perdido 70% de su valor y su ajuste fue negado: la evaluación del recurso sardinero quedó bloqueada.

·         En otro episodio paralelo, en el marco de evaluaciones de recursos pesqueros de fondo y demersales coligados al sistema ecológico oriental al cual pertenece la sardina y otras especies susceptibles de proveer a la industria conservera, el barco portador de instrumental y personal técnicos, fue atacado a tiros por piratas del mar al norte de la Península de Paria. La protección solicitada a la Guardia Costera fue negada y el estudio fue bloqueado. Como bloqueadas están por la Guardia Nacional las carreteras del país para el transporte de materia prima… a menos que se entregue una parte de la carga al paso por las innumerables alcabalas que jalonan nuestros caminos.

·        El financiamiento regular y acorde con el aumento de los costos en bolívares, para hacer los muestreos en campo y el procesamiento de datos de sensores remotos (imágenes de satélite) que habían sentado las bases de la caracterización del clima oceanográfico del país, de las expresiones del cambio climático y su efecto sobre las pesquerías, fue suspendido: el único barco oceanográfico de la nación languidece amarrado a un viejo muelle, casi todos los investigadores se fueron del país y este proyecto internacional y multiinstitucional fue bloqueado. 

Un capítulo adicional de este asedio, es el dólar, a cualquiera que sea la tasa de cambio que el gobierno diga que es la que corresponde: la divisa no es concedida a la industria nacional para la adquisición de latas y del líquido sobrenadante que acompaña a la sardina y otros productos. De allí que un sueldo integral ya no alcanza para una sola lata de atún y ya pronto tampoco para una de sardina.

La importación eventual de sucedáneos de sardina, para disminuir la presión que ejerce la pesca sobre nuestro recurso que ya parece exánime, en vías de colapso, también requiere de dólares y requeriría además superar la descompuesta burocracia local para poder importar… Esta vía contingente, mientras se recupera nuestro propio recurso de años continuos de sobreexplotación, también está bloqueada.  
 


Al final de todo esto, el resultado es que la proporcionalidad entre costos de producción y la remuneración de la gente no existe y la materia prima es cada vez más escasa: el acceso de la población a este necesario alimento, sobre todo en medio de la crisis alimentaria que nos golpea, está bloqueado.
 
¿Qué tiene que ver entonces Trump con la sardina? La respuesta es: nada, aunque sí hay bloqueo. Sí lo hay. Pero es autoinfligido, es criollito…es endógeno.




 

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