viernes, 1 de septiembre de 2023

La orca y el pepino



Imágenes: El Universo y COFA respect.


Con una producción audiovisual elaborada, reforzada por medidos compases de música épica, los organismos oficiales de los sectores pesquero y ambiental del país han impulsado la difusión de un video donde sus protagonistas, pescadores de la localidad y funcionarios de Insopesca, relatan sus acciones y emociones durante el rescate de siete orcas que vararon recientemente en las aguas turbias y someras cercanas al Morro de Chacopata, en el norte del Estado Sucre. ¡Bien por ellos!, que venciendo miedos y sensibilizados al extremo por la agonía de estos impresionantes mamíferos, se lanzaron al agua para rescatar estos animales y devolverlos a aguas profundas. ¡Bien por ellos!   

Pero -ahora viene el pero-, ¿por qué esta actuación encomiable por la preservación de la vida, por la protección de la biodiversidad solo es considerada como tal, y objeto de reconocimientos exaltados con aires de epopeya, solo en el caso de estos cetáceos, mientras descuidamos con un desdén enorme la salud de poblaciones de especies que tienen una significación y un papel determinante en la funcionalidad de los ecosistemas marinos y en su capacidad de seguir proveyendo servicios ambientales de enorme importancia para la vida, esta vez, humana?

Es fácil imaginar lo fuera de lugar que sonarían unas notas musicales gloriosas como fondo de la redención de un lote de, por ejemplo, pepinos de mar, animalitos estos no muy agraciados, carentes de todo carisma, pero que, sin embargo, para efectos de nuestras pesquerías, son indispensables en los procesos de depuración de los sedimentos y control de algas, detritos y patógenos capaces de afectar los sistemas bentónicos (aquellos asociados al fondo) de donde proviene buena parte de los peces y moluscos que consumimos; especies de equinodermos, como los erizos, que sin embargo han sido extraídos hasta su casi desaparición en vastas zonas, solo para satisfacer gustos gastronómicos exóticos de algunos países asiáticos y la sed de crónica de divisas que padecemos.  

Hay regulaciones, hay prohibiciones, hay vedas, es verdad. Pero las capacidades logísticas para vigilar su cumplimiento y, en todo caso, para calibrar su pertinencia sobre evidencia científica actualizada son casi inexistentes en este país.

«¡Pescar es vencer!» gritan orondos y al unísono los pescadores que lograron la hazaña de las orcas… Su emoción y orgullo es entendible, pero (otro pero) estas consignas ardorosas no se corresponden con un sector pesquero estancado en cifras insuficientes de producción y carente de referencias técnicas modernas que aseguren su sostenibilidad. En resumen, un sector varado…como las orcas…  
















 

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