miércoles, 13 de agosto de 2025

¡A la cuenta de 100!

 

Esquema funcional del Proyecto CARIACO, por más de 20 años orgullo de la oceanografía nacional y fundamento de cientos de producciones científicas de clase mundial.

En el tono triunfalista que les es propio, en un video difundido en sus redes, la gente del Ministerio de Pesca de Venezuela se ufana de haber desembarcado en puerto cumanés 900 toneladas de atún pescadas por un barco de la flota venezolana que opera en el océano Pacífico: «por primera vez en ocho años, óigase bien, en ocho años…». Quizás el declarante no sepa que el promedio anual de capturas de esta flota con bandera nacional anda por el orden de las 40 mil toneladas/año (ver fundatun.org). ¿A dónde se fueron entonces esas otras 300 mil toneladas en estos últimos ocho años? Pues a activar y a alimentar cadenas de valor de otros países en detrimento de las propias.

En otro alarde de esclarecimiento, un colega declara a los medios (https://ipysvenezuela.org/red-de-periodistas/en-sucre-el-mar-se-calienta-mientras-la-sardina-escasea/?s=09) que la escasez de sardina es debida al calentamiento del agua, ante lo cual se instalaron un par de termómetros en dos puntos de la costa para hacer seguimiento del problema…

Sin evaluaciones sistemáticas con los instrumentos adecuados y habiendo aniquilado el Proyecto CARIACO, una de las series de tiempo oceanográficas más longevas y de más alta resolución logradas internacionalmente, cualquier cosa que digan los expertos, o incluso los propios pescadores según dicte su experiencia empírica ancestral, es solo especulación y no es suficiente para verificar o rechazar cualquier hipótesis en relación al recurso sardinero y de allí diseñar su gestión. 

Lo más lamentable, es que ya en el país no hay ni capacidad técnica ni logística para implementar esos programas de seguimiento. En el caso del atún, la responsabilidad está en manos de comisiones multilaterales, pero sin investigación local. En el caso de la sardina, un par de termómetros instalados en un puerto no sirven absolutamente para nada, en relación con lo que se debería hacer y se hacía: evaluación acústica periódica de la totalidad del área de distribución de la sardina (desde la longitud aproximada de La Tortuga hasta la de la península de Paria), pescas muestreales, perfiles oceanográficos, análisis con sensores remotos de temperatura, clorofila y productividad y registro pormenorizado de desembarques.

Tanto para estos dos ejemplos mencionados como para muchos otros en distintos ámbitos del conocimiento, ya el marco epistemológico está roto, o simplemente se perdió… Hay que regresar a la casilla de salida, aquella de los noventa, recogerse las mangas y desarrollar los siguientes puntos con una meta temporal corta… digamos de 100 días:     

-         Configuración e instalación de una comisión técnica pluriinstitucional, con identidad formal dentro del ente administrador pesquero, para el diseño del plan sexenal del sector.

-          -Establecimiento de un convenio con el Ministerio de Ciencia y Tecnología que permita el redireccionamiento de los recursos LOCTI de las empresas del área para el financiamiento de investigación científica orientada, en función de las necesidades de gestión del ente rector pesquero.

-          -Creación de un programa de becas para la capacitación técnica, a nivel de posgrado, de al menos 10 profesionales del área a identificar. Establecimiento de las coordinaciones internacionales respectivas.

-          -Recuperación de infraestructura y recursos pedagógicos para el inicio de la profesionalización del pescador (INCE, Fundación La Salle).

-          -Constitución y habilitación de tres equipos técnicos, con presupuestos y capacidad logística necesarios para abordar, de manera inmediata, estudios y resoluciones para los rubros: atún, sardina y pepitona.

-          -Constituir y habilitar un equipo técnico para la adaptación y el diseño de unidades pesqueras funcionales, en términos de eficiencia para la propulsión, poder de pesca, conservación a bordo, habitabilidad y seguridad, eficaces en el aprovechamiento de nuevos caladeros.

-          -Instituir, por resolución formal, la producción bianual de la Carta Pesquera de Venezuela, como referencia técnica para el ordenamiento y la gestión de los recursos acuáticos vivos. Iniciación los trabajos de campo respectivos.

-          -Implementación de un programa de capacitación y financiamiento para el desarrollo del cultivo de mejillones y ostra de mangle, preferentemente como alternativa hacia los pescadores de arrastre artesanal y/o pesquerías en declinación.

-          -Por convenio INEA-ente rector pesquero, creación de la taquilla única del pescador, para solicitudes y obtención de certificados, permisos, registros, pagos, etc., de embarcaciones y tripulantes.

-          -Diseño e implementación de un convenio entre el ente rector pesquero, el Ministerio de Educación y las cámaras respectivas de industriales, para incorporar los enlatados de atún y sardina en los planes de alimentación escolar. 

Esta lista no exhaustiva y elaborada rápidamente, tiene la virtud de incorporar aspectos sensibles cuyo abordaje genera, de suyo, resultados a todo lo largo de su desarrollo y victorias tempranas ligadas tanto al bienestar del pescador y su gente, como al ordenamiento del sector en el inicio de la planificación a largo plazo. En todo caso, la implementación de estas acciones y la generación de resultados de alto impacto, puede producirse en el término de muy pocos meses, y, por lo tanto, en concordancia con esa escala temporal tan demostrativa de las nuevas administraciones; esa de los 100 días.













lunes, 4 de agosto de 2025

Reflexiones sobre la equidistancia

 

Laboratorio de acústica a bordo del buque Ángeles Alvariño de la flota oceanográfica española. Foto: ieo.es

En su acepción más pura, la equidistancia es la igualdad de separación entre varios puntos u objetos, extensible esa igualdad a la distancia entre varias formas de pensamiento, o entre varias maneras de actuar político, y, al final entonces, entre sus consecuencias y resultados.

Después de invertir casi el 70 % de mi vida estudiantil y profesional en el Campus de Margarita de la Fundación La Salle, es sus talleres, barcos, aulas, laboratorios y oficinas administrativas; conservo aun el orgullo de haber conformado equipos de primera línea para el estudio profundo, juicioso y sistemático de los ecosistemas marinos del oriente venezolano y más allá, de sus pesquerías asociadas al sistema de surgencia, de sus investigaciones en ingeniería de los alimentos, de sus programas de entrenamientos para navegantes, cuyos egresados se arrebataban las flotas pesqueras, de transporte, de buques quimiqueros, petroleros. Después de haber visto y vivido todo aquello con la confianza y la satisfacción de que éramos actores determinantes en el progreso de la región y del país, de que estábamos incidiendo significativamente en la calidad de vida de la gente de nuestro entorno inmediato de Punta de Piedras, de la Isla de Margarita toda, del Delta del Orinoco, del oriente y del país entero, a través de nuestros proyectos de relevancia nacional, muchos de ellos con el apoyo financiero e intercambios técnicos con universidades, laboratorios y empresas de Francia, España, Estados Unidos, empresas y agencias de cooperación multilaterales; después de todo aquello, las noticias que recibo de aquel otrora vivaz Campus, de impetuosa actividad educativa e investigativa, siempre flamante y concentrador y generador de saberes para el verdadero desarrollo, esas noticias de hoy son desoladoras: infraestructuras yermas, edificios desmantelados, buques desvencijados y trabajadores, los que quedan, profundamente desmotivados, algunos de los cuales participan en unas actividades «productivas» de cultivos de algas (ya no de experiencias piloto de identificación de especies y desarrollo de técnicas para el cultivo de peces, moluscos, crustáceos y otros invertebrados que hicieron de Fundación La Salle institución puntera y de referencia para estas iniciativas de interés nacional) que apenas aportan centavos y disimulan el abandono y la incuria que lo arropa todo.

Y es, justamente, en ese caldo de desgracias, que se repite en muchas otras instituciones científicas y educativas del país, donde la necesidad de sobrevivir, la adaptación necesaria ante la perspectivas de desempleo y de pobreza absoluta, se van trocando en aquel «peor-es-nada» que al final logra sistematizarse bajo la forma de iniciativas científicas muy elementales, decimonónicas y no pocas veces con visos de pseudociencia practicada por colegas que se dicen ajenos a la política nacional, que no están ni con un lado ni con el otro y que por tanto ocupan y defienden una posición equidistante. Esta posición, quizás, les procure cierta tranquilidad de consciencia y algunos medios de subsistencia ante la inexistencia de mejores opciones… Al final, pues, resulta obvio a quién sirve y a quién conviene esa tal equidistancia y a quién le interesa promoverla con instituciones universitarias y de investigación que proliferan como hongos hipnóticos montados sobre contubernios con países completamente ajenos a nuestros modos, cultura y tradición científicos, a diferencia de los de toda la vida con los que sí habíamos logrado acuerdos verdaderamente fructíferos  para el progreso de nuestra sociedad… ¿quién puede negar, por ejemplo, el papel de nuestras universidades autónomas y sus innumerables convenios internacionales en la prosperidad que tuvimos en el país?     

«La ciencia no es solo para científicos. Es para cualquier persona que alguna vez se haya preguntado: ¿por qué?» Esta frase, que le leí recientemente de un colega, encierra una verdad, sí, pero que puede esconder la justificación de esa plétora de científicos populares aislados, de cultores cuya actuación es deseable y encomiable en sus escalas respectivas, que apela a nuestro romanticismo, altruismo, humanidad, buenismo, pero que poco tiene que ver con la dimensión de los problemas del país y sus ingentes carencias de investigación básica y aplicada.

Cuando se hace ciencia, uno de los primeros pasos es definir los alcances en función de las capacidades técnicas, profesionales, logísticas e instrumentales que con las que se cuenta. Tiene que haber una relación de proporción entre los objetivos y esas capacidades, y los objetivos de estos tiempos tienen que ver, en primer lugar, con revertir la crisis humanitaria compleja que afecta a cada ámbito de nuestra sociedad, y dudo que quien provocó esa crisis se pueda erigir ahora como su remediador, promoviendo la equidistancia, el apolitismo, después de haber promovido antes y ahora la destrucción de la tradición y trayectoria institucionales educativa y de investigación.

Mientras tanto, colegas, hay que procurar trabajar, hay que intentar hacer aportes aún en medio del sacrificio, la insuficiencia, las conminaciones y la frustración. Lo que no debemos permitirnos es dejar que la equidistancia se convierta en una coartada permanente, en una evasiva de la realidad que nos aplasta.  

Es que como decía Pascal: «El Hombre no es ni ángel ni bestia. La desgracia es que quien pretende ser ángel (dueño de la verdad absoluta) termina convirtiéndose en bestia». ¿Cómo se puede entonces guardar la equidistancia con un modelo tal?      

jueves, 29 de mayo de 2025

¿Se trata solo de incoherencia?

 

Tenemos una tasa negativa de producción de conocimiento desde 2009. Nuestra producción científica disminuye, mientras que la de otros países crece. Ahora ocupamos el puesto 11, cuando en 2006 éramos el quinto en la región, incluyendo a países de la escala territorial y poblacional de México, Argentina y Brasil.  

¿Cómo se puede explicar este sitial? ¿Cómo carrizo, si, a diario, nos inundan con noticias como esta:

Según el medio asociado al régimen, La Iguana TV, el ministro de Educación Superior del mismo régimen se ufana de haber inaugurado 54 instituciones universitarias, pero el locutor de un programa televisivo lo corrige, afirmando que ya vamos por 100 universidades creadas en los últimos 25 años (mazo4f.com)… primera enorme y absurda incoherencia.

El segundo arrebato de disconformidad se pone en evidencia en el contraste entre declaraciones de este tono:



La evaluación objetiva, que no puede ser de otro modo si está generada por la Academia de las Ciencias Físicas Matemáticas y Naturales y por Observatorio de Universidades, nos interpela a punta de realidad: las universidades nacionales reciben solo 4 % o menos del presupuesto requerido en 2025, además de que son entregas poco transparentes, tardías y eventuales.  91 % de las instalaciones universitarias no tienen acceso al agua y 86 % de ellas sufren de cortes eléctricos constantes, sin hablar del saqueo y la destrucción que dan como resultado la única imagen coherente con estos datos: 

Universidad de Oriente (Foto: Crónica_uno)


¿Es pues, todo esto, el resultdo de la incoherencia de funcionarios distraídos, ineptos y/o corruptos? ¿La insolvencia profesional y/o moral da para tanto desafuero?

No lo creo. Esto pareciera un diseño expresamente concebido para orientar la «Educación», aquí sí, en coherencia con una población anómica, una ciudadanía degradada, y, por lo tanto, con un poder más fuerte en el poder.

En palabras del sociólogo Giuliano da Empoli, hemos devenido en presa de la hipnosis como método del poder para instalar su imperio. Anunciar un futuro brillante (como hacen estos tristes mandaderos a cada rato) es un acto de poder, pero, para nosotros, imaginar futuros alternativos siempre será un acto de libertad. 



 



martes, 18 de febrero de 2025

Metiéndome en profundidades

 

Foto: National Geographic España.

Los medios digitales y otros han abundado, por estos días, en noticias a propósito del avistamiento en aguas marinas superficiales de Canarias de un pez que es propio de profundidades abisales (por debajo de los 4.000 m). La rareza del avistamiento y la particular apariencia del pez en cuestión -un pez diablo negro, prodigio evolutivo de adaptación a estos hábitats de oscuridad absoluta, bajas temperaturas y altísima presión- ha despertado el interés por estas franjas de la columna de agua, sus fondos asociados y sus eventuales recursos vivos susceptibles de conformar nuevas pesquerías.

De hecho, y en coincidencia con este evento mediático, las redes locales del régimen, o cercanas a él, han anunciado los hallazgos de un proyecto que persigue incorporar los eventuales recursos de aguas profundas como objetivo de la pesca en nuestras aguas.

Hasta aquí, de acuerdo: los bajos rendimientos de la pesca marítima en los últimos años, la fatiga de los caladeros tradicionales, la disminución de la población de sardina, piedra angular de los ecosistemas marinos costeros y más allá, hacen necesaria la continuidad de aquellas investigaciones del pasado, como la iniciada por el Buque Oceanográfico noruego Fridtjof Nansen en 1988, o la del Profesor Fernando Cervigón y su equipo, a principios de los 2000.

Ambas investigaciones solo dieron resultados puntuales y muy parciales, pues, por razones harto conocidas, las pescas experimentales y el levantamiento de series de tiempo de ineludible sistematicidad y de amplia cobertura espacial nunca se logró, ni siquiera para los recursos objeto de las pesquerías tradicionales (la de la sardina, por ejemplo, cuyas evaluaciones regulares se interrumpieron hace ya casi 20 años). La consecuencia de lo anterior no ha sido otra, pues, que el uso minero de los recursos de la biodiversidad… dale hasta que se acabe, y luego veremos…

Negando estas iniciativas del pasado, con ese «adanismo» que signa las actuaciones de los protagonistas de hoy, se hace un gran despliegue mediático de algunos muestreos con pesca a 600 m de profundidad en la costa central de Venezuela, que, objetivamente, son útiles para estudiar y describir la composición faunística en esos espacios, pero que está muy lejos de aquellos proyectos anteriores, mencionados más arriba, que estaban diseñados para el estudio de la biodiversidad y la evaluación de potenciales de uso de esos eventuales nuevos recursos de profundidad.

Pero lo más grave, y triste al mismo tiempo, es como va tomando cuerpo aquella imagen metafórica del sapo sumergido en un agua gradualmente más caliente.

Una cosa es la resiliencia y la capacidad de adaptación, y otra muy diferente, diametralmente opuesta, diría yo, es la entrega, el conformismo y la resignación.

«Lo estamos haciendo sin buque oceanográfico, sin aparatos sofisticados (…) Lo estamos haciendo con nuestros pescadores (…), héroes de esta hazaña…» (contrapunto.com). Así declara a la prensa nuestro estimado colega (@farina46) en su Instagram, sin considerar (¿o sí lo hace?) que la carencia y la penuria nunca serán una virtud; que la sofisticación tecnológica no es un capricho, sino un producto de la modernidad que incrementa la calidad de las investigaciones y posibilita su calibración con experiencias similares en otros mares del planeta. Por último, y en lo que sí le concedo razón es que es una verdadera hazaña levar a brazo partido palangres y nasas calados a 600 m desde un precario botecito navegando en alta mar… Eso sí es una hazaña y un riesgo, pero innecesarios cuando se sabe que las ciencias marinas de hoy disponen de logística y tecnología «sofisticadas», seguras y de mayor eficiencia.

Mientras tanto, la verdadera hazaña, la que sí vale la pena que logremos cumplir como sociedad, es evitar acostumbrarnos a la mediocridad y al «peor es nada»... 

miércoles, 29 de enero de 2025

¡Aún dicen que el pescado es caro!

Joaquín Sorolla; Galería de las Colecciones Reales, Madrid.


Este es el título de este cuadro del pintor Sorolla, reconocido no solo por su pincel sublime, sino también por su estilo y motivos inscritos, muchos de ellos, en la modalidad pictórica del «Realismo Social».  

Con este cuadro en particular, el pintor quiso significar -a través de esta escena en la que dos pescadores asisten, en la bodega de un pequeño barco pesquero de la época (finales del XIX), a un tercer compañero herido en faena- que el precio que pagaba el consumidor por el pescado no compensaba, ni remotamente, el riesgo que comportaba esta labor. 

Conjugo en pasado estas oraciones, porque el cuadro es de 1894, aunque podría seguirse conjugando en presente, y hasta en futuro, pues el oficio del pescador, en todo el mundo, sobre todo en mar abierto, conlleva inseguridades y peligros como pocos otros. Este oficio se ejerce en un medio ajeno a la naturaleza humana, medio y condiciones muchas veces impredecibles, a pesar de los adelantos tecnológicos asociados a la electrónica, a los materiales de construcción, a las comunicaciones, a los modelos meteorológicos… y a los protocolos y equipos para búsqueda y rescate con los que obligatoriamente deben actuar las autoridades.


¿De cuántos de estos componentes de la modernidad se benefician nuestros pescadores que bregan costa afuera? La respuesta a esta pregunta es trágicamente fácil, como lo sugiere un nuevo evento ocurrido en este principio de año a tres pescadores del Estado Falcón, que, afortunadamente, no pasaron a engrosar la lista de víctimas mortales del año pasado. 25 vidas perdidas solo en 2024 (sin considerar a las cerca de 100 adicionales en los naufragios de la migración), a causa de desperfectos de las embarcaciones de una flota vetusta y fatigada, de viejos motores de propulsión desactualizados y reparados con medios improvisados, de combustibles de mala calidad y escasos, de grandes extensiones de mar y costa amenazadas, y a veces controladas, por la piratería y el narcotráfico… de una autoridad blanda, que actúa demasiadas veces con lenidad y sin los medios logísticos mínimos que exige el profesionalismo y la eficacia del otro noble oficio que es salvar vidas.

El gobierno sigue ocupado en repartir sombreritos y camisetas de colorines, que lucen espléndidamente en las fotos posteadas en las cuentas oficiales de Instagram. Mientras tanto, los pescadores siguen implorando el amparo inapelable de la Virgen del Valle, pues con poco más se puede contar en un país donde la mediocridad está al timón. 

martes, 3 de diciembre de 2024

Expropiación y expoliación... a veces es lo mismo.

 


Empresa camaronera en las riberas del lago de Maracaibo. Foto: BBC News

Hay un dicho gringo muy popular que reza: If it works, don´t fix it... Algo así como: «Si algo funciona, no lo arregles».

Y es que, justamente, la solución para combatir presuntas conspiraciones (¿acaso ya suficientemente investigadas, constatadas y juzgadas?) es apelar a la figura de la expropiación, que -a pesar de que, como bien lo debe saber el actual ministro de Pesca y Acuicultura, antiguo expropiador de tierras desde aquel infausto INTI- derivó en la ruina y desmantelamiento de empresas agropecuarias y agroindustriales funcionales y de alta relevancia social, dada su capacidad de generación empleo estables y de producción de alimentos a escalas significativas para la seguridad alimentaria de todo el país.

La medida reaparece ahora en el sector de la camaronicultura, sector que ha pasado a ser el segundo en exportaciones nacionales, después del petróleo, «éxito» del cual se vanagloria el ministerio en cuestión, que, como corresponde a su función, seguramente ha incentivado y promovido la consecución de este sitial; algo plausible, aunque no haya cultivado ni un solo camarón… porque, además, no hace falta que lo haga para cumplir su papel de promotor y regulador, que es el que precisamente le toca.

Y escribo «éxito», así, entre comillas, porque, en un país de tradición petrolera, manufacturero, agrícola y pecuario, siderúrgico de primera importancia, en el que durante décadas las exportaciones de café, cacao, maíz, alúmina, acero, productos siderúrgicos y químicos contaban de manera notable en el bienestar económico nacional, queda claro que si el camarón ha pasado a ser el segundo rubro de exportación es por descarte (sin desmeritar el considerable logro de una producción de 65.000 t en 2023, MINPESCA dixit), dada la contracción de los demás sectores, como consecuencia, entre otras razones, de las expropiaciones.

A pesar de esta realidad incontestable, el régimen insiste, pues, en una medida comprobadamente ineficaz; insiste en el error; sigue pateando la misma piedra.

Todo esto es otra evidencia de la inhabilidad de los que detentan el gobierno para preferir la justicia antes que el poder; de su incapacidad para pensar, pues el pensamiento útil y trascedente, como decía el filósofo, es virtud de aquel que elije ejercer el poder sobre sí mismo, más que sobre los demás.

De nuevo, la palabra expropiación se parece demasiado a la palabra expoliación… de nuevo, no entienden que el que pelea con la realidad siempre pierde. 


martes, 23 de julio de 2024

La oposición es mala

Flota de pesca de arrastre abandonada en Puerto Sucre, Cumaná.

En estos días de efervescencia política y social, este titular puede resultar provocador, y esa es la intención, pues he querido llamar la atención sobre la enorme brecha que hay entre las acepciones de las palabras oposición y contradicción.

Así se lo oía recientemente a un filósofo que disertaba sobre la relevancia del uso de las palabras adecuadas y de la importancia de su escogencia, para lograr una comunicación efectiva y, como consecuencia, efectos útiles derivados de una diatriba, aparentemente insalvable… y es que las palabras generan modos, actitudes, comportamientos... y políticas.

Nuestro personaje decía, no sin razón, pues así lo revela la situación que vive nuestro país desde hace ya 25 largos años, que la palabra ‘oposición’ connota enfrentamiento, lucha, antagonismo y, por lo tanto, es el germen de grupos identitarios que se cohesionan alrededor de una idea que termina siendo doctrinaria e inamovible. Una contradicción, por su parte, supone discordancia, argumentación, discusión, pero nunca atrincheramiento idelógico sin réplica posible.

Ya que este blog va de pescar el cambio, veamos un ejemplo de oposición versus contradicción que ha marcado el devenir de la pesca en Venezuela: Por decreto presidencial, en 2009 y luego su inclusión y aplicación firme y definitiva en el Decreto con Rango Valor y Fuerza de Ley de Reforma de la Ley de Pesca y Acuicultura en 2014, el régimen se opuso y prohibió a la pesca industrial de arrastre en todas las aguas jurisdiccionales venezolanas. Los argumentos que justificaron esta medida legal fueron las recurrentes denuncias de alteración física del fondo, de las comunidades naturales asociadas; la excesiva captura incidental de especies y de tallas no aprovechables; el presumible esfuerzo de pesca excesivo y la interferencia y conflictos entre la pesca industrial y la artesanal por solapamiento espacial y destrucción de artes y aparejos artesanales por parte de los buques de categoría industrial.

La pesca industrial de arrastre demersal comenzó a operar en el país hacia principios de los años 1950 y llegó a alcanzar una flota de cerca de 400 unidades distribuidas principalmente en los Estados Falcón, Sucre y Anzoátegui, aportando una producción interanual variable, pero del orden de entre 20 y 30 mil toneladas/año. Sin tomar en cuenta la calidad de las regulaciones impuestas a esta modalidad de pesca en relación a la selectividad, dimensiones de redes, dispositivos de exclusión de tortugas, áreas de exclusión, etc., la eliminación absoluta de la pesca industrial de arrastre en el país, sin el diseño e implementación de alternativas sustitutivas, se tradujo en la reducción de la necesaria oferta pesquera en cerca de 30 mil toneladas anuales en un país en déficit y en medio de una crisis alimentaria profunda. La medida, además, dejó sin trabajo a miles de tripulantes y demás trabajadores asociados al sector, estimuló la pesca artesanal de arrastre en zonas sensibles del margen marino costero y promovió la misma pesca industrial pero ahora de manera clandestina y no regulada. Al final, la oposición a este tipo de pesca se convirtió en execración y la execración en un problema mayor.

Así, las autoridades del sector nunca han salido de su trinchera: la pesca de arrastre es una pesca maldita y sus detractores son fanáticos de su causa. EL análisis y el debate sobre los decretos de proscripción absoluta no ha podido tener lugar. La discusión sobre la incorporación de técnicas actuales de mejoramiento de la selectividad, de determinación de áreas y fondos aptos, de seguimiento y control de capturas, de medidas compensatorias y beneficiosas a través de la identificación de zonas prioritarias de conservación y la creación consecuente de áreas marinas protegidas, medidas todas que han sido exitosas en muchos lugares del planeta, ni siquiera ha sido considerada… No es no… La oposición desde el gobierno no requiere ni acepta argumentos en contra. La contradicción, en cambio, que requiere de argumentación, de pruebas, de demostración, de estudio, de esfuerzo y de trabajo, no ha sido posible, como no ha sido posible, entonces, incorporar a la oferta nacional los imprescindibles alimentos de alta calidad nutricional provenientes de una flota de arrastre moderna y sostenible.   

Ojalá que en estos tiempos frescos que se avecinan, el ambiente político se impregne de más contradicción y menos oposición, pues «un fanático es alguien que no puede cambiar sus opiniones, y, además, no quiere cambiar de tema» (Churchill dixit), y de eso, y por eso, ya hemos padecido demasiado en lo que va de siglo.


martes, 26 de marzo de 2024

Algo personal...

 

En mejores tiempos, Estación de Investigaciones de Margarita, EDIMAR de la Fundación La Salle, a la izquierda, y fachada del Instituto Oceanográfico de Venezuela, en Cerro Colorado, a la derecha.


Un Miércoles Santo, casi día por día como hoy, pero hace 49 años, celebraba mis 17 años en una playa de Falcón, con la banda de amigos de la infancia; esa infancia de la que seguramente todavía quedaba algún arresto en nuestros juegos y en nuestra manera de ver la vida. No era una celebración como otras anteriores. Esta vez estaba el nervio de la expectativa de que fuera la última en aquellos paisajes y con los mismos carnales, sabiendo que en pocos días dejaría mi casa para ir a vivir a Cumaná y entraría en un mundo nuevo y ajeno, ¡en una universidad!, lejos de la familia y con gente totalmente deconocida... menos uno: Luis José Urosa. 

A Luis José Urosa, sobrino de mi abuela cumanesa, el primo grande, flaco y «viejo», lo veía ocasionalmente en alguna vacación de aquellas que pasábamos en la playa de San Luis, en la que la actividad fundamental era recoger guacucos y viejitas para la comida del día (¿quedará todavía alguno de estos bivalvos, alguno de estos anfípodos en esa playa?). De alguna manera, en ese ambiente y en aquellas conversaciones entre primos, se sembró la idea de mandar al muchacho a estudiar Biología en la UDO.

El Flaco Urosa ya era un planctólogo de renombre, el tipo que tuvo que ver con el Celacanto el Museo del Instituto Oceanográfico de Venezuela* y su director en algún momento, cuando, poco tiempo después de aquella última Semana Santa playera, llegué a Cumaná desde Caracas, a bordo de un autobús salido de El Nuevo Circo repleto de muchachos, algunos tan nerviosos y expectantes como yo, y que distraíamos nuestros sustos con cuentos como «¿De dónde eres?, ¿qué vas a estudiar?».

El recuerdo viene vívido, pues, no teniendo la Semana Santa fecha fija en el calendario, las coincidencias de fecha y día no son frecuentes y hoy se da 49 años después de aquel tiempo en el que viajé temeroso e ilusionado, y fui recibido por el Flaco en su oficina del IOV... privilegios de primo segundo.

Urosa me condujo por los pulidos pasillos del impresionante edificio, y me hizo ver el frenesí de sus laboratorios y su museo, en el que trabajaba Figueroa, aquel inmenso héroe de bata blanca, desde la perspectiva de nosotros los párvulos (y creo que también desde la perspectiva de sus pares y sus colegas), a cuyo mesón de taxónomo poco después nos asomaríamos, junto a sus largas hileras de frascos contentivos de holotipos y paratipos… y a ver al Celacanto.

El corazón le jugó una trastada, y el primo se fue temprano. También se fue, increíblemente, su edificio entero: algo que, en principio, ha debido ser su legado imperecedero, pero que, sin embargo, es ruina y desolación. Regresar hoy al IOV es volver a un sitio que ya no existe. Como es también el caso de mi otra alma mater, la Fundación La Salle de Margarita, prácticamente abandonada a su suerte en medio del desastre de un país fallido.

Al final de esta historia personal, que ya no lo es tanto, recorrer hoy Cerro Colorado, casi 50 años después, es, a decir de uno de mis autores de cabecera, «como caminar bajo un cielo sin dioses».

*El Celacanto es un pez que se creía extinto desde el Cretácico (66 millones de años atrás) y del cual fue atrapado un individuo vivo en las costas de Sudáfrica en 1938. Otros ejemplares pescados porteriormente en otras localidades fueron distribuidos en algunos museos del mundo. El museo del IOV fue unos de ellos.

miércoles, 28 de febrero de 2024

¿A qué sabe el pescado del lago?

 


Imágenes Sentinel de la costa oriental del lago de Maracaibo del 24/2/2024, procesadas por Eduardo Klein para evidenciar la distribución del hidrocarburo derramado. Los rectángulos oscuros en la costa, en la imagen de la izquierda, y verde oscuro en la derecha, corresponden a instalaciones de cultivos acuáticos.   

«Pescamos peces que tenemos que tirar después de querer comérnoslos, ¿por qué? Porque saben a diesel, hermano». Así se expresó José Luzardo, representante de los pescadores de El Bajo, en el lago de Maracaibo, en entrevista con Radio Fe y Alegría Noticias.

Denuncias y más denuncias se acumulan, clamando por la solución de esta y otras tragedias ambientales que aquejan nuestra geografía, intentando vencer el efecto de banalización por hastío, efecto que se produce en la opinión pública cuando esta se torna emocionalmente indiferente como reacción (¿defensiva?) ante la repetición y el avasallamiento de noticias infaustas. Si acaso hay alguna respuesta estatal, es del calibre de aquella según la cual la presencia de hidrocarburos en el mar es solo un efecto visual; o de aquella otra que propugna que no hay contaminación, pues el petróleo no se mezcla con el agua.

Estos argumentos gubernamentales comportan tal grado de irracionalidad, de absurdo, que la réplica de los denunciantes y de los afectados se hace prácticamente inútil, pues poco o nada se puede esperar de alguien que profiere tal disparate.

La acción oficial, cuando la hay, es, entonces, dispersar la atención con gestiones altamente polémicas, como la ampliación del aeropuerto de Los Roques o la cobertura del glaciar del pico Humboldt con mantos geotextiles, alegando tesis de desarrollo social o de combate contra el cambio climático.

La estrategia parece, pues, funcionar: si nunca hay respuestas efectivas, en algún momento tampoco habrá más preguntas. Como complemento, incluso a veces hay buenas noticias, como la dada a conocer por el ministro de Pesca y Acuicultura, a propósito del incremento de la producción de camarones de cultivo en las costas del lago de Maracaibo… sí: ese mismo cuerpo de agua sometido a la descarga constante de elementos tóxicos y eutroficantes.

Sabiendo que los ecosistemas no son espacios estancos, y que más bien, son un continuum de límites difusos; que lo que hagamos bien o mal en tierra tendrá ineluctables consecuencias en el mar y viceversa, confiemos en que nunca nadie tenga que cuestionar, ahora también, el sabor de los camarones cultivados en las riberas de nuestro maltratado lago.   


miércoles, 22 de noviembre de 2023

Atenuación, adaptación y retroceso

Izquierda: Fugas de gas en el Golfo de Venezuela. Derecha: área de extensión de la
 pista en Los Roques. Imágenes tomadas de la cuenta X @diodon321



Hace algunos días, oí de boca de un reconocido tankthinker que la educación no es más que la transmisión, a la generación subsiguiente, de una estructura de organización que ha sido funcional para la generación precedente, es decir, aquella que la transmite, aquella que educa.

Esta definición contiene una lógica irrebatible: enseñamos lo que sabemos; pero también significa que esta transmisión de saberes, en el momento de hacerla, ya es pasado; y eso nos amarra, más o menos conscientemente, a modelos prexistentes de orden social, de producción y de consumo… y de interacción con el ambiente, y hace que el futuro, siendo incierto, no nos exija nada claro, ningún cambio concreto en nuestro comportamiento cotidiano y a mayor plazo para enfrentar el porvenir, en tanto que individuos y como sociedad.  De allí, quizás, parte de nuestra dificultad, a cada uno y al conjunto, para entender, asumir y actuar de cara al cambio climático y a sus ya sentidas expresiones de carácter catastrófico en muchos y más frecuentes casos. En una palabra, todo lo anterior puede traducirse como parálisis. ¿Qué tan efectivas, en la práctica, han sido las 27 COP que ha habido desde aquella ya lejana primera edición del 92 en Brasil? La realidad es que, al final, cada quien termina haciendo lo que le conviene localmente (más carbón en Alemania, más nuclear en Francia, más petróleo en China, en India, más transporte aéreo y más consumo de energía fósil que nunca), mientras intentamos confortarnos con soluciones tecnológicas de generación de energías «renovables» que algún día llegarán, pero no nos detenemos a pensar en la enorme diferencia que hay en la capacidad de proveer energía de un metro cúbico de aire empujando unas palas o unas velas, y un m3 de petróleo quemándose en los cilindros de un motor térmico, y que migrar de una fuente a otra es solo un tema de adaptación indolora.

Al mismo tiempo, aquí en nuestro patio, más allá de alguna chatarra argumentativa esgrimida por algunos funcionarios en discursos estentóreos en foros internacionales sobre nuestro compromiso con el futuro de la Tierra y de la humanidad (pero que no sacan la cuenta que, por ejemplo, rápidamente sacó un estimado colega, según la cual se requeriría dejar pelones a más de 600 mil personas para retirar el petróleo que contamina la superficie del lago de Maracaibo), los derrames de hidrocarburos continúan, una de las fugas de gas en el golfo de Venezuela cumple más de un año, y, para no hacer aquí una lista interminable de desmanes, cierro con la reciente inauguración de una cantera en el PN Los Roques, para ahogar y cubrir praderas de talasia y arrecifes (fondos biogénicos de altísima sensibilidad y relevancia por sus servicios ecosistémicos) con la pretensión de prolongar una ¡pista de aterrizaje!

El mundo padece parálisis, de un accionar tímido e inefectivo para, si acaso, atenuar lo que se viene en las próximas décadas. Nosotros no; nosotros no estamos paralizados… nosotros retrocedemos.   

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