Como hemos visto en los posts anteriores, los indicadores más dicientes muestran que el sector pesquero está en franca regresión: no solo se trata de contraccción de las capturas y de producción de materia prima pesquera en general. Se trata del desmejoramiento de la calidad de vida de la gente de las costas. Se trata de que la población toda, tiene cada vez más limitado el acceso a la proteína de pescado, a pesar de "ferias" y "caravanas" y otras frioleras efectistas, que generan escasos beneficios frente a la enorme necesidad, ahora mucho más crítica en un país donde alimentarse es un desafío cotidiano. Desafío que para muchos es insalvable.
En el sector pesquero están algunas de las urgentes respuestas que la gente sigue aguardando, aún cuando los tiempos de espera están más que agotados: mala alimentación, desnutrición, desnutrición clínica...muerte por desnutrición, todo esto con su horrible carga de desesperación cotidiana para las familias del presente y de una sociedad de individuos con capacidades menguadas de desarrollo físico y cognitivo en el futuro cercano.
Hay acciones que, con perdón de lo que pudiera parecer un tono sarcástico, son impostergables desde hace tiempo. Muchas de estas acciones, que propondremos en entregas posteriores, deberían tener un efecto benéfico en la restructuración sólida y sostenible de la pesca y en su desarrollo progresivo en el tiempo.
Hoy, es materia de urgencias. Obligatoriamente, inaplazablemente, hay que poner pescado en la mesa de la gente. Es rápido, es barato y es insustituible.
Tenemos una enorme ventaja: al pescado no hay necesariamente que sembrarlo; no hay que esperar coactivamente que crezca.
Contamos también con otras condiciones favorables y aún rescatables:
- Capacidad potencial inmediata de incrementar los desembarques de atún en puertos venezolanos.
- Capacidad instalada ociosa de empresas enlatadoras.
- Circuitos de distribución y venta de alimentos existentes.
En el contexto político del país, con sus decretos múltiples de emergencia económica y social, con poderes hipercentralizados y con una Asamblea Constituyente abocada, según su discurso, a atender las estrecheces del pueblo, los entes gobernantes podrían:
- Disponer que las capturas de la flota atunera nacional sean desembarcadas en puertos nacionales, al tope de la capacidad actual de recepción de materia prima (instalaciones frigoríficas), asumiendo que la flota es apta para ofertar el consumo cultural per cápita del venezolano (1,4 kg/año).
- Dictar la importación de lomo de atún, solo en caso de que los desembarcos de la flota nacional sean deficitarios con respecto a la oferta per cápita y solo para cubrir el déficit.
- Dada la probabilidad de colapso del stock sardinero venezolano - y en todo caso, la inconvenencia de incrementar las capturas de este pelágico por razones que explicaremos en un post especial- negociar con Chile y Perú, por ejemplo, la importación de peces como el jurel chileno y la anchoveta, de manera de reactivar con esta materia prima la líneas ociosas de enlatado y otras formas de conserva.
- Decretar el subsidio de los productos terminados, hechos en Venezuela (sardina y afines y atún en lata) y no a los productos importados, de modo de inyectar en los circuitos económicos nacionales el valor agregado localmente.
- Articular la distribución de los productos terminados, a través de la redes naturales ya existentes (redes de súpermercados públicos y privados).
- Poner al alcance de la población, de manera rápida, regular y segura, un alimento de alta calidad nutricional y de relativo bajo costo, en un contexto general de déficit alimentario y de poder adquisitivo muy limitado para la mayoría.
- Recuperar las líneas de producción en desuso y las cadenas de valor asociadas, que en Venezuela habían tenido décadas de instalación, consolidación y modernización, hoy en día altamente subutilizadas.
- Reivindicar los empleos coligados a este segmento de las pesquerías, a partir de la activación de las cadenas de valor.
Hace rato, hace mucho rato que ya es tarde...
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