jueves, 10 de agosto de 2017

Sí...tuvimos tiempos mejores...






En días pasados hacíamos una descripción rápida del entorno pesquero nacional, que, en un intento de síntesis extrema, pero objetiva, podríamos definir con una sola palabra: contracción. Contracción de capturas, de rendimientos, de eficiencia de unidades, de disponibilidad de productos per cápita, de profesionalización, de agregación de valor...

Tenemos pues por delante la fatigosa, pero seguramente gratificante  tarea de, en primer lugar, invertir estos índices y volver a transitar mejores escenarios, para luego, sobre una base sistemática y sólida de desarrollo:
  • detener y revertir la caída sostenida de la producción;  
  • cumplir con la obligación de poner el mejor alimento al alcance de aquellos con mayores carencias 
  • y remediar la marginalidad crónica del pescador y comunidades costeras.
Nada de lo anterior es viable, si no procuramos la sostenibilidad que debe signar el uso de los recursos acuáticos vivos, la cual solo es posible en manos de artesanos e industriales que combinen sabiduría ancestral con conocimiento técnico y ciencias pesqueras... y Políticas correctas (la "P" mayúscula no es inocente).

De hecho, no muy atrás en el pasado de las pesquerías venezolanas, nuestro país, en ejercicio de su vocación pesquera histórica, tuvo un desarrollo creciente promovido por el Estado desde los año 60 del siglo XX.

Durante varias décadas, se registró en el país un crecimiento sostenido de las flotas pesqueras y su diversificación, al tiempo que un aumento paralelo de las capturas anuales.

 

La curva del World Bank (FAO), nos sugiere una relación lineal positiva entre el esfuerzo de pesca y la producción asociada, entre 1960 y 1998; relación esta que permitió entonces:
  • La consolidación de una flota pesquera artesanal conformada por cerca de 25 mil unidades, sus tripulantes, además de prestadores de servicios coligados de mantenimiento, provisión de insumos, distribución, etc.
  • Desarrollo de una flota industrial que llegó a sumar cerca de 400 unidades activas de arrastre, y más de 140 barcos atuneros operando en aguas internacionales. 
  • El reconocimiento, por parte del Estado, de la necesidad de introducir el ordenamiento del sector, basado en apoyo técnico de la FAO y financiero del PNUD, a través de programas que funcionaron regularmente, entre 1967 y 1972.
  • Relevancia de alta significación como país pesquero, puesto que la pesca venezolana llegó a duplicar la pesca conjunta de 13 de los países e islas más importantes de la cuenca del Caribe.
  • La aparición de la acuicultura, como factor de peso, real y potencial, de producción, gracias, sobre todo, al cultivo de especies de agua dulce  -especialmente cachama y su híbrido- y marinas -esencialmente el camarón- y la generación de paquetes tecnológicos de desarrollo nacional para estos rubros. 
  • La estructuración del sector en circuitos comerciales, industrias conserveras y de agregación de valor, tecnificación y progresión de las flotas y de servicios asociados de armado, mantenimiento, astilleros, portuarios, transporte, etc.
    Inopinadamente, lamentablemente, no tuvimos capacidad-voluntad de anticipación y la regular tendencia creciente de la curva se quebró hacia finales de la década de los 90. No advertimos que estábamos encaminados hacia un exceso del esfuerzo de pesca (demasiadas unidades pesqueras; demasiado tiempo de pesca; demasiadas artes, demasiado grandes), para una biomasa pesquera constante, o quizás cada vez menor. 

    Tampoco hicimos mucho caso de las señales que nos daba el sistema natural: las anomalías climáticas que han incidido sobre las condiciones de los hábitats de las especies objetivo y de su rol funcional en el seno de sus comunidades biológicas.

    El tamaño del desafío que tenemos en frente, queda expresado en esa curva del World Bank. Esas caídas e inestabilidad de la cifras en los últimos 20 años, tienen  detrás de sí dramas familiares, ruina económica de personas y comunidades, desnutrición no atendida, ambientes y recursos maltratados, servicios ambientales comprometidos...

    Algo hay que hacer; mucho puede hacerse y justamente compartiremos algunas propuestas en ese sentido, en la próximas publicaciones.

    Mientras tanto, bienvenidos y necesarios sus aportes y consideraciones.





       







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