viernes, 19 de agosto de 2022

El problema no es La Tortuga

 

 

Imagen: CUBANET

Todas las opiniones técnicas, es decir, objetivas, coinciden. Y todas las opiniones que pretenden ser objetivas están respaldadas por una base técnica. El centro de la polémica asociada a la isla de La Tortuga es, si acaso, un falso dilema entre el negocio del turismo y los ambientalistas; entre desarrollo y conservación. Y me atrevo a afirmar que es falso, porque no creo que haya dudas: el proyecto turístico para la isla, «renderizado» y promovido con medios que, es obvio, no son artesanales ni improvisados, es simplemente una desproporción sin sentido en un país que no ha sabido cuidarse a sí mismo, que está quebrado y que, además, está dispuesto echar mano de cualquier fuente de divisas, por maculadas que estas estén, para intentar colmar sus fosas, no marinas sino fiscales.

El problema de lo de La Tortuga, aún si «funcionara», es que se parecerá demasiado a aquel proyecto demencial que fue el de la Cayería Norte de Cuba que si para algo sirvió, fue para satisfacer egos, ahondar exclusiones y desigualdades y provocar una catástrofe ambiental que es recordada y discutida todavía hoy, después de cuarenta años.

El problema es que hay muchas razones, y, más que razones, evidencias para creer que, por encima de promesas de acatamiento de protocolos ambientales y de  juramentos de beneficios sociales, el desarrollo planteado para la isla en cuestión se sumará a la lista de fracasos en la que podemos incluir a todas las demás que acompañan a La Tortuga en nuestra plataforma continental, constantemente amenazadas con derrames petroleros crónicos, desarrollismo urbano sin miramientos, y, en el mejor de los escenarios, desatención, falta de planificación e indolencia profunda, tanto como la de las aguas que las rodean.

El problema es que los casi 160 km2 de tierras emergidas de La Tortuga, además de la plataforma que ellas generan, están justo en medio de un corredor biológico jalonado por un rosario de islas (La Orchila, Los Roques, Aves de Sotavento y Barlovento, Bonaire, Aruba, Curazao, etc.) que mantiene las conexiones que soportan la biodiversidad y la funcionalidad de buena parte del Caribe Sur.

Por qué no dejamos a las tortugas de La Tortuga tranquilas bajo un régimen de administración especial que incluya áreas terrestres, marinas y submarinas que actúe como promotor, de, por ejemplo, la densidad de peces, de su biomasa, de sus tallas, de la diversidad, de los rendimientos pesqueros de aguas circundantes a la reserva. Nada de esto es incompatible con el turismo científico, el llamado turismo ecológico o con el recreativo, modalidades que también suponen ingresos y empleos, pero a la medida de lo que exige la sostenibilidad.

El problema es que esto último no es compatible con hoteles de muchas estrellas, barcos con mucha eslora, aviones con mucha pista y gente con mucha inconsciencia.  


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