jueves, 7 de junio de 2018

Pesca y transición


Un gesto que debería ser familiar, cotidiano, como lo es comprar el pescadito del día o de la semana, se convierte en algo extraordinario. Extraordinario por su escasa ocurrencia; extraordinario por la desmesura de pretender que la solución a la profunda crisis alimentaria de todo un país, es plantar en medio de la ciudad, de vez en vez, cuando el azar lo disponga, un camioncito sucio y maloliente con mil kilos de sardina que, en condiciones deplorables, serán vendidos a personas suplicantes y vejadas durante horas en una cola interminable en longitud, en duración y en indignación.

La hondura de los desequilibrios es tal, que cualquier propuesta que podamos diseñar para el mediano y largo plazo, como suelen ser los tiempos y los términos de la planificación pesquera, deja un sinsabor de omisión y de insuficiencia y parece inapropiada ante necesidades que no permiten ninguna dilación.    

Por supuesto que hay que planificar en respeto de los ritmos que la naturaleza impone a los organismos acuáticos vivos que empleamos como alimento, ritmos que se rigen, por regla general, en una escala de años. Pero el desbarajuste y los apremios son tan descomunales, que es ineludible mirar qué puede hacer la pesca -así como todos los demás sectores productivos del país- en el marco de un Plan de Emergencia para una recuperación, que nos rescate de la agonía y nos ponga en condición mínima para remover tanta ruina e iniciar la reconstrucción.

Desafortunadamente, el crecimiento de la producción pesquera, a través del incremento del esfuerzo de pesca (más pescadores, más redes, más anzuelos, más embarcaciones) debe ser descartado. Los recursos acuáticos están a tope de explotación y cualquier plan de redención o de identificación de nuevas pesquerías debe medirse, como lo decíamos, con la perspectiva de años e incluso de décadas. Se impone por lo tanto, una fase de transición entre la implementación urgente de medidas de efecto inmediato y la programación y desarrollo de planes de largo aliento.

¿Qué hacer entonces durante la transición para incrementar la disponibilidad? 
  1. Decretar la libre circulación y destino del pescado fresco y/o sus productos, a través de la emisión expedita de guías de transporte que atiendan esencialmente la calidad sanitaria de la estructura logística... ¡Paso franco por las carreteras!
  2. Regreso a los circuitos naturales y consolidados de procesamiento  de materia prima (caso de sardina, atún y pepitonas) y de su distribución.
  3. Promoción de los circuitos naturales de distribución en fresco y elaborado, favoreciendo mercados municipales fijos y temporales.
  4. Con el pronunciamiento de los decretos correspondientes, facilitar trámites, licencias y logística para la importación de sucedáneos de sardina (hay países amigos y solidarios en la región con capacidad de exportación), para la rehabilitación de la capacidad instalada ociosa de la industria conservera que hoy ronda el 60% y más en algunas líneas... Ah! y para la reparación de la afrentosa pérdida de las fuentes de trabajo en nuestras poblaciones costeras. 
  5. Convocatoria a la industria atunera nacional, para la reactivación progresiva y perentoria de los desembarques de atún en puertos nacionales y/o por transferencia inbond, desde puertos extranjeros donde opera la flota nacional.
La consumación de esta lista de tareas de emergencia, además de talentos, disposición y sensibilidad, requiere de divisas circulando fluidamente y mercados operando según sus leyes originarias y sin lastres ideológicos. Ello supone que el valor real de los productos finales al nivel del consumidor, habrá de ser prescrito por esas leyes. 

Lo anterior se traduce en que, en este reino del absurdo y de las distorsiones que hoy es Venezuela, donde un salario mínimo integral solo cubre el 1% de la Cesta Básica del Trabajador o media lata de atún, una tarea más es inapelable:

      6.Subsidio directo del poder adquisitivo para las familias que así lo              requieran, para que puedan cubrir los precios verdaderos de, por ejemplo, las conservas. Solo así, la industria podrá operar de manera rentable y por lo tanto, sostenible.

Con una inyección de voluntad suficiente, en el transcurrir de pocos meses, podemos poner inicialmente más de 100 mil toneladas a disposición de la demanda nacional, mientras, con ayuda de las Ciencias Pesqueras y en armonía con los ciclos naturales y sus tiempos, reducimos progresivamente el déficit de estos rubros, que hoy alcanza, como resultado de una pobre y engañosa gestión populista, ¡más de 300 mil toneladas!  



 


1 comentario:

  1. Entre la visión populista del sector, aquella de dar el pescado y no enseñar a pescar, a la dantesca visión del contendiente electoral lanzado pescado; pues es poco lo que se pueda esperar de las autoridades... aunado ahora al nuevo ministro geógrafo pesquero con sus innovadoras nuevas ideas (según dijo "construiremos e impulsaremos nuevos métodos de trabajo"), entre las cuales enseñará nuevas formas de amarrar un anzuelo o de tejer una red; porque del sector y, mas complicado aún, de ordenación pesquera es poco lo que sabe (sólo lo que le contaron o le contarán sus asesores en ese llamado a una mesa de trabajo y diálogo)... que ya todos sabemos quienes son y quienes no son... sabiendo que se define como Revolucionario, pragmático, sensible a la realidad (que en estos tiempos no sabemos cual es esa realidad que ven desde las altas esferas).

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