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Imagen: mundiario.com |
Por estos días, las redes, las sociales han estado atiborradas con un video que muestra a la oenegé Greenpeace arrojando enormes bloques de piedra granítica de varias toneladas en el Mar del Norte alemán, con el argumento de impedir la práctica de la pesca de arrastre en esas aguas. En lugar de presentar en estos párrafos algunas muestras de «data dura» que normalmente consiste en tablas repletas de números y curvas de colores que se entrecruzan sobre un plano de coordenadas, sigamos con el uso de conducir estas reflexiones con hechos y evidencias expresadas de manera sencilla que conciernen, por un lado, al sistema natural, y, por el otro, al sistema legal, y que, en el caso de hoy, pueden ayudarnos a superar el a veces inconveniente razonamiento lineal: ‘pesca de arrastre-actividad depredadora-prohibición a ultranza’.
Vayamos con el primero; el sistema natural: Existe una práctica muy común en los mares del mundo que consiste en la conformación de arrecifes artificiales hechos muchas veces con chatarra marina o con formas poliédricas de concreto (aquí en nuestro patio se hundieron en varios sitios los barcos que una vez conformaron la flota industrial de arrastre, ahora totalmente prohibida en el país). Estas estructuras hundidas ejercen un efecto concentrador de la biomasa que podría confundirse con un aumento neto de la densidad y no con una simple redistribución de la biomasa; pero esa es otra historia. Lo cierto es que en el caso alemán y Greenpeace, esas enormes piedras, colocadas para obstaculizar el paso de las redes, seguramente habrán de ejercer el citado efecto de agregación de peces y de fauna en general, alterando en alguna medida la dinámica migratoria, reproductiva, alimentaria, de la biodiversidad del sitio, de la capturabilidad de los peces, etc. ¿Habrá sido tomado en cuenta esto por la oenegé? ¿Habrá sido suficientemente discutido con la Oficina para la Conservación de la Naturaleza Marítima de Alemania? Estos artilugios de agregación de peces como los mencionados y objetos flotantes más o menos sofisticados para el caso de los peces pelágicos (atunes sobre todo) son razón de estudios cada vez más especializados, pues, justamente por las causas rápidamente esbozadas antes, pueden tener un impacto profundamente negativo… tal y como ocurre con la pesca de arrastre mal administrada.
En el segundo caso; el sistema legal: Creo que todos podemos acordamos en el hecho de que el sostén de la coherencia de la sociedad se basa en sus instituciones, por lo que la institucionalidad debe ser entonces el origen de leyes y regulaciones. Más allá del carácter noble y justiciero que sin duda tienen las acciones e intenciones de algunas organizaciones no gubernamentales, ninguna de ellas puede arrogarse potestades regulatorias. Si alguna de ella lo hiciera, todas las demás también tendrían el mismo derecho, con la inexorable consecuencia de un caos de ordenaciones cruzadas y contrapuestas en función de los intereses particulares de tales organizaciones y no de la ciudadanía toda, que, en principio, está representada en el Estado. Por supuesto que los gobiernos también se equivocan y «meten la pata» frecuente y profundamente; ¡vaya si lo sabremos nosotros los venezolanos! (hablando de pesca: la execración absoluta de la pesca industrial de arrastre en el país redujo la necesaria oferta pesquera en cerca de 30 mil toneladas anuales, dejó sin trabajo a miles de tripulantes y demás trabajadores asociados al sector, estimuló la pesca artesanal de arrastre en zonas sensibles del margen marino costero y promovió la misma pesca industrial pero ahora de manera clandestina y no regulada). Pero, a pesar de todo, corresponde a los entes del Estado diseñar e implementar las medidas que convengan a todos, con participación de las academias, y en consideración de la biodiversidad cuando sea el caso, que es siempre cuando se trata de interactuar con el ambiente. Nuestra principal tarea como ciudadanos, es velar porque los actores del Estado sean los mejores.
Una discusión seria, técnicamente sustentada, acompañada de una campaña informativa y objetiva de sensibilización de la sociedad promovida por todos aquellos que se sientan concernidos, y cuyo resultado dote de coherencia los principios rectores de la convivencia, siempre será mejor que tirar o sacar piedras como medida de resolución de conflictos.
*En beneficio de los amables lectores de tierras y mares lejanos, aclaramos que «sacar la piedra» es una locución verbal muy empleada por estos lados del mundo para expresar mucha furia o enfado.