Luvia de peces. Imagen: americatv.com.pe
La administración de un recurso, en nuestro caso pesquero, debe contener asimismo un significado de «resguardo», en el sentido de cautela sobre el uso del recurso mismo en aras de su preservación, pero también de la consideración integral del contexto ambiental que tome en cuenta, además, el papel que juega el recurso (la especie) en el ecosistema. El resguardo será pues efectivo, sólo si la gestión pesquera incorpora la biodiversidad y sus mecanismos, siendo las relaciones tróficas apenas uno de ellos, pero que en el caso de la sardina -otrora base de la pesquería más importante del país- resalta como el más evidente, dado que este pez funciona como piedra angular de un sistema que incluye aves, cetáceos, a nosotros mismos y a otros peces (de los cuales también nosotros somos predadores). A pesar de esta evidencia ecosistémica y de la del descalabro de esta pesquería (la producción promedio en los 90 y principio de los 2000 rondaba las 150 mil t/año), el @minpescave responde con edictos como este (¡sic, sic, sic!, aunque los recuadros rojos sí son míos):
A la Pesca y a las pesquerías sensu lato (pescador, embarcaciones, artes, especies objetivos, cadenas de valor, entorno social de sus actores, etc.), hay que desposeerlas del amparo del poder político (que en demasiadas ocasiones y expresamente ha descargado su responsabilidad en la Providencia) y hay que, sobre todo, impregnarlas de auténtica conciencia ecológica. Se trata de extender nuestras obligaciones no sólo con una especie o especies objetivo, sino también con el resto de la comunidad natural, con su entorno ambiental… con el pescador mismo, su familia, su educación, sus condiciones de vida y su derecho a la prosperidad. Se trata también de fomentar su autoreconocimiento, su consciencia como ciudadano que hace parte de un conjunto, que va mucho más allá de la ranchería en la que el poder político, en un arranque crónico –valga el oxímoron- de promoción del identitarismo, lo quiere circunscribir, para de esta manera construir mayorías adeptas en desmedro del desarrollo de la persona, del individuo. La gestión pesquera no debe reducirse sólo a rezarle de vez en cuando a «San Ictícola de Los Peces»* o a diseñar dispositivos administrativos sibilinos que no están fundamentados en evidencias claras, si acaso en percepciones, cuyo resultado, hoy, es un sector deprimido que únicamente puede exhibir un déficit de más de 300 mil toneladas anuales, amén del deterioro social de la gente de mar. Y como de santos va, citemos pues al Apóstol Santiago: «la fe sin obras, está muerta».
*parodia de advocación de un celebrado grupo de humoristas argentinos.
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Más allá de extracción y producción de materia prima, la pesca es elemento de interacción con el ambiente, estructurador social y generador de culturas. Así debemos verla; así debemos promoverla, para que sea un auténtico agente de progreso para la gente de las costas y para sus cadenas de valor, en un marco ambiental sostenible en el largo plazo. Pepe (Juan José) Cárdenas.
martes, 16 de marzo de 2021
San Ictícola de los Peces, ruega por nosostros...
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Muy bien Pepe, saludos.
ResponderEliminarExcelente como siempre Pepe. Hay que seguir desmontando ese edificio en ruinas de la gestión pública venezolana para mostrar su verdadero rostro de mentiras, ignorancia y corrupción.
ResponderEliminarGracias Pepe, por mantener el deber ser a pesar de las acciones y destrucciones presentes
ResponderEliminarExcelente articulo amigo pepe, pero lamentablemente estamos representados por un conjunto de ciegos y sordos que se jactan y jactan de publicar cifras y estrategias q no poseen ningún fundamento científico.
ResponderEliminarExcelente Pepe, muchas gracias por compartir tu acertado artículo.
ResponderEliminarBravo!
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