miércoles, 29 de enero de 2025

¡Aún dicen que el pescado es caro!

Joaquín Sorolla; Galería de las Colecciones Reales, Madrid.


Este es el título de este cuadro del pintor Sorolla, reconocido no solo por su pincel sublime, sino también por su estilo y motivos inscritos, muchos de ellos, en la modalidad pictórica del «Realismo Social».  

Con este cuadro en particular, el pintor quiso significar -a través de esta escena en la que dos pescadores asisten, en la bodega de un pequeño barco pesquero de la época (finales del XIX), a un tercer compañero herido en faena- que el precio que pagaba el consumidor por el pescado no compensaba, ni remotamente, el riesgo que comportaba esta labor. 

Conjugo en pasado estas oraciones, porque el cuadro es de 1894, aunque podría seguirse conjugando en presente, y hasta en futuro, pues el oficio del pescador, en todo el mundo, sobre todo en mar abierto, conlleva inseguridades y peligros como pocos otros. Este oficio se ejerce en un medio ajeno a la naturaleza humana, medio y condiciones muchas veces impredecibles, a pesar de los adelantos tecnológicos asociados a la electrónica, a los materiales de construcción, a las comunicaciones, a los modelos meteorológicos… y a los protocolos y equipos para búsqueda y rescate con los que obligatoriamente deben actuar las autoridades.


¿De cuántos de estos componentes de la modernidad se benefician nuestros pescadores que bregan costa afuera? La respuesta a esta pregunta es trágicamente fácil, como lo sugiere un nuevo evento ocurrido en este principio de año a tres pescadores del Estado Falcón, que, afortunadamente, no pasaron a engrosar la lista de víctimas mortales del año pasado. 25 vidas perdidas solo en 2024 (sin considerar a las cerca de 100 adicionales en los naufragios de la migración), a causa de desperfectos de las embarcaciones de una flota vetusta y fatigada, de viejos motores de propulsión desactualizados y reparados con medios improvisados, de combustibles de mala calidad y escasos, de grandes extensiones de mar y costa amenazadas, y a veces controladas, por la piratería y el narcotráfico… de una autoridad blanda, que actúa demasiadas veces con lenidad y sin los medios logísticos mínimos que exige el profesionalismo y la eficacia del otro noble oficio que es salvar vidas.

El gobierno sigue ocupado en repartir sombreritos y camisetas de colorines, que lucen espléndidamente en las fotos posteadas en las cuentas oficiales de Instagram. Mientras tanto, los pescadores siguen implorando el amparo inapelable de la Virgen del Valle, pues con poco más se puede contar en un país donde la mediocridad está al timón. 

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