Empresa camaronera en las riberas del lago de Maracaibo. Foto: BBC News |
Hay un dicho gringo muy popular que reza: If it works,
don´t fix it... Algo así como: «Si algo funciona, no lo arregles».
Y es que, justamente, la solución para combatir
presuntas conspiraciones (¿acaso ya suficientemente investigadas, constatadas y
juzgadas?) es apelar a la figura de la expropiación, que -a pesar de que, como bien
lo debe saber el actual ministro de Pesca y Acuicultura, antiguo expropiador de
tierras desde aquel infausto INTI- derivó en la ruina y desmantelamiento de
empresas agropecuarias y agroindustriales funcionales y de alta relevancia
social, por su capacidad de generación empleo estables y de producción de
alimentos a escalas significativas para la seguridad alimentaria de todo el
país.
La medida reaparece ahora en el sector de la
camaronicultura, sector que ha pasado a ser el segundo en exportaciones
nacionales, después del petróleo, «éxito» del cual se vanagloria el ministerio
en cuestión, que, como corresponde a su función, seguramente ha incentivado y
promovido la consecución de este sitial; algo plausible, aunque no haya cultivado
ni un solo camarón… porque, además, no hace falta que lo haga para cumplir su
papel de promotor y regulador, que es el que precisamente le toca.
Y escribo «éxito», así, entre comillas, porque, en un
país de tradición petrolera, manufacturero, agrícola y pecuario, siderúrgico de
primera importancia, en el que durante décadas las exportaciones de café,
cacao, maíz, alúmina, acero, productos siderúrgicos y químicos contaban de
manera notable en el bienestar económico nacional, queda claro que si el
camarón ha pasado a ser el segundo rubro de exportación es por descarte (sin
desmeritar el considerable logro de una producción de 65.000 t en 2023,
MINPESCA dixit), dada la contracción de los demás sectores, como consecuencia,
entre otras razones, de las expropiaciones.
A pesar de esta realidad incontestable, el régimen
insiste, pues, en una medida comprobadamente ineficaz; insiste en el error;
sigue pateando la misma piedra.
Todo esto es otra evidencia de la inhabilidad de los
que detentan el gobierno para preferir la justicia antes que el poder; de su
incapacidad para pensar, pues el pensamiento útil y trascedente, como decía el
filósofo, es virtud de aquel que elije ejercer el poder sobre sí mismo, más que
sobre los demás.
De nuevo, la palabra expropiación se parece demasiado a
la palabra expoliación… de nuevo, no entienden que el que pelea con la realidad
siempre pierde.