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Hay dos realidades inapelables, que ningún filósofo, biólogo, sabio, empírico o lego nunca podrá recusar:
1. Necesitamos alimentos para vivir.
2. No hay manera de producirlos sin intervenir (afectar) los ambientes naturales respectivos.
Así ha sido desde que el hombre era sólo un procariota y hasta que devino en Homo sapiens, pasando por todas las etapas intermedias.
En el mundo de hoy, en medio de su carrera desenfrenada por satisfacer las demandas energéticas y alimentarias de los 10 mil millones que pronto seremos, la preocupación fundamental debería y deberá ser la eficiencia productiva en términos de uso de los diferentes ecosistemas y de las diversas fuentes de energía que hay (¿y que habrá?).
La negación contumaz de esa eficiencia ya muestra su cara más fea en los GEI y las consecuencias en el cambio climático, en las migraciones forzadas, en el hambre, en la desigualdad ominosa…
¿Cómo contrarrestar esa deriva? La humanidad sólo tiene una salida: convertir en compromisos formales, en normas, reglamentos y leyes, lo que la objetividad y la evidencia científicas recomienden, a las escalas temporales y espaciales que correspondan.
Y así llegamos, por caminos tortuosos, en nuestro pequeño rincón del planeta, a las varias revisiones y versiones de la Ley de Pesca y Acuicultura de Venezuela, cuya última propuesta está circulando por estos días.
¿Acoge esta propuesta de ley, ya en consideración en la Asamblea Nacional, el principio de la referencia científica para la formulación de sus artículos? Ciertamente hay frases declarativas en este sentido, pero muy tempranamente, en sus primeras líneas, introduce términos como «poder popular», lo cual ya pone a titilar las alarmas de contaminación ideológica, que, efectivamente, a partir de allí impregna todo el contenido del pretendido instrumento técnico legal y alcanza repetidamente su clímax con, por ejemplo, la incorporación de la definición de la palabra «revolución» (¡sí señor!, muy mal redactada, pero allí está, cual en diccionario político y social iberoamericano) y la creación del «Frente Bolivariano de Pescadores» con toda su connotación de vanguardia de resguardo contra cualquier fuerza, actual o potencial, que quiera oponérsele.
Después de tales exabruptos, cuando es tan evidente el tumbado doctrinario de esta propuesta de ley encaminada a exasperar los identitarismos, ya poco o nada vale la pena esculcar si en su espíritu hay una auténtica consideración de lo que verdaderamente hace falta para impulsar el aprovechamiento sostenible de los recursos acuáticos vivos y su rol para la producción de alimentos, empleo e ingresos, en consideración de la biodiversidad; de la interacción entre las especies; de la repercusión sobre los sistemas naturales intervenidos o por intervenir; de la variabilidad de la abundancia de los recursos y de su efecto sobre su disponibilidad.
¡Ah!, pero hay algo que este proyecto de ley sí tiene en abundancia: más de 100 artículos relativos a sanciones y castigos…
Muy bueno Pepe, y nada muy diferente a lo esperado. Más allá de la mala redacción, la "contaminación ideológica" el problema es más profundo: Simplemente serán incapaces de pasar de la teoría (la ley) a la práctica (la explotación sostenible del recurso). Como dijo algún filósofo chavista una vez: estas leyes nuestras están sólo para cuando la necesitemos, especialmente lo escrito en los capítulos de castigos y sanciones
ResponderEliminarEs literalmente increíble: el significado de “revolución” es “darle la vuelta a las instituciones…” y así va…
ResponderEliminarEl proposito de ese proyecto de ley, no es manejar cientificamente o ecologicamente las fuentes. Es controlar a quienes necesitamos comer.
ResponderEliminarLos cerebros -o si lo prefieren, las almas- ideológicamente dañados son extremadamente difíciles de recuperar. Pero ya en el caso venezolano (digno de un gran proyecto de investigación internacional multidisciplinario) uno llega a pensar que ya hace rato que no se trata de rancia ideología. Simple gula por el poder, a cualquier costo.
ResponderEliminarAunque no dudo que hay unas cuantas de esas almas auténticamente confundidas...
EliminarHombre de poca fe…
ResponderEliminarPoquísima!, sobre todo cuando se pretende mezclar ideología y determinismo natural...
EliminarExcelente artículo. La cruda realidad que supera con creces la ficción.
ResponderEliminarExcelente, Pepe. Claridad meridiana, lástima que esa luz no ilumine a esas almas redactoras de la "revolucionaria" Ley de Pesca y Acuciultura.
ResponderEliminarExcelente Pepe. Para q la historia no diga que no se dijo, q no se advirtió con creces este desastre en la actual administración de los recursos pesqueros y acuicolas del país.
ResponderEliminarUn artículo excelente Pepe.
ResponderEliminarY definitivamente tus consideraciones, que comparto, se aplican no solo a esta ley. Cualquier ley de la temática ambiental que salga de esta gente está signada por las mismas monsergas doctrinarias.
Así es Griselda. La contaminación tiene mil formas…
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