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Joaquín Sorolla; Galería de las Colecciones Reales, Madrid.
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Este es el título de
este cuadro del pintor Sorolla, reconocido no solo por su pincel sublime, sino
también por su estilo y motivos inscritos, muchos de ellos, en la modalidad
pictórica del «Realismo Social». Con este cuadro en
particular, el pintor quiso significar -a través de esta escena en la que dos
pescadores asisten, en la bodega de un pequeño barco pesquero de la época (finales
del XIX), a un tercer compañero herido en faena- que el precio que pagaba el consumidor
por el pescado no compensaba, ni remotamente, el riesgo que comportaba esta
labor.
Conjugo en pasado estas
oraciones, porque el cuadro es de 1894, aunque podría seguirse conjugando en
presente, y hasta en futuro, pues el oficio del pescador, en todo el mundo, sobre
todo en mar abierto, conlleva inseguridades y peligros como pocos otros. Este oficio se ejerce en un medio ajeno a la naturaleza humana, medio y condiciones muchas
veces impredecibles, a pesar de los adelantos tecnológicos asociados a la
electrónica, a los materiales de construcción, a las comunicaciones, a los
modelos meteorológicos… y a los protocolos y equipos para búsqueda y rescate con
los que obligatoriamente deben actuar las autoridades.
¿De cuántos de estos componentes
de la modernidad se benefician nuestros pescadores que bregan costa afuera? La respuesta a esta pregunta es trágicamente fácil,
como lo sugiere un nuevo evento ocurrido en este principio de año a tres pescadores
del Estado Falcón, que, afortunadamente, no pasaron a engrosar la lista de víctimas
mortales del año pasado. 25 vidas perdidas solo en 2024 (sin considerar a las
cerca de 100 adicionales en los naufragios de la migración), a causa de
desperfectos de las embarcaciones de una flota vetusta y fatigada, de viejos
motores de propulsión desactualizados y reparados con medios improvisados, de combustibles de
mala calidad y escasos, de grandes extensiones de mar y costa
amenazadas, y a veces controladas, por la piratería y el narcotráfico… de una autoridad blanda, que actúa demasiadas veces con lenidad y sin los medios
logísticos mínimos que exige el profesionalismo y la eficacia del otro noble
oficio que es salvar vidas.
El gobierno sigue ocupado en repartir sombreritos y camisetas de colorines, que lucen espléndidamente en las fotos posteadas en las cuentas oficiales de Instagram. Mientras tanto, los pescadores siguen implorando el amparo inapelable de la Virgen del Valle, pues con poco más se puede contar en un país donde la mediocridad está al timón.
Asi es lamentandolo mucho, por ahora. Pronto veremos un cambio.
ResponderEliminara pescar el cambio joer
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