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https://www.yucatan.com.mx/internacional/toneladas-de-peces-sorprenden-a-venezolanos-lo-consideran-un-milagro
“Arribazones” de jureles en las costas de Carabobo y Aragua;
profusión de estos mismos peces en playas del norte de Margarita; catacos y
bagres varados aquí y allá; ingentes caladas de sardina en orillas hace tiempo
despobladas por estos humildes y esenciales animalitos.
Todo parece confluir en tiempo y espacio como una respuesta
divina a las necesidades de los pobres de esta Tierra de Gracia, castigados por
plagas de diverso pelaje, a la vez que la “Madre Natura” nos echa en cara su
fuerza y vitalidad, a pesar de lo maltratos. Evidencia de ello también, zorros,
venados, cabras montesas, jabalíes paseándose a gusto por calles y jardines de
las ciudades del mundo. Mamíferos marinos regodeándose en muelles, canales y
marinas, o saltando a tierra por las calles de San Cristóbal, en Las Galápagos;
ruidosas bandadas de pájaros atravesando la calina caraqueña.
¿Cómo explicar esta súbita y extraña versión de Jumanji?
Se me ocurre decir al rompe, que efectivamente algo
es diferente es nuestra perspectiva
para observar: más tiempo para hacerlo, más gente en la tarea, más medios para
registrarlo, más plataformas para difundirlos con inmediatismo absoluto y
la sensibilidad exacerbada en las RRSS por el sufrimiento de cientos de miles de congéneres del que somos testigos en
vivo y en directo.
En segundo lugar, intentemos consideraciones, digamos, más
frías: ¿esa aparente hiperabundancia de peces al alcance de la mano es un nuevo
maná? ¿Esos animales silvestres circulando libremente por las ciudades son una
suerte de venganza de la Naturaleza que retoma sus espacios?
Pensemos, por ejemplo, en la enorme cantidad de
embarcaciones que en nuestro país, por imposición de la cuarentena, por escasez
de gasolina, entre otras muchas, dejaron de circular por nuestras aguas
costeras, justo en tiempos de Cuaresma y de vacaciones, cuando los vientos
Alisios del noreste soplan con más intensidad, enriqueciendo nuestras costas. Agua fértil con menos de la perturbación generada por lanchas cargadas de turistas y por
botes pesqueros; menos evitamiento por parte de peces y otros animales de aguas
orilleras y más teléfonos inteligentes en manos de la gente que se aventura a
las costas y que, a través de sus videos, componen percepciones de una
prodigalidad de las aguas que no necesariamente es tal.
Mientras tanto, en tierra, en ciudades y pueblos, con su
fragor perdido, el aire más limpio y la gente encerrada, los animales, ni
tontos, como apunta un estimado colega, aprovechan jardines y depósitos de basura, sin tener que enfrentar el
rechazo de los habitantes regulares. Es la fauna silvestre que nos acompaña
siempre, pero que no tenemos tiempo de observar distraídos en nuestras
ocupaciones y que repudiamos porque nos incomoda en nuestros nichos que están
concebidos para la exclusión.
¿Demasiado ecuánime y objetivo este intento de explicar, al
menos parcialmente, este reacomodo espacial de las especies en el que Dios y nuestros santos no tienen nada que ver? No necesariamente
si aprendemos a entender la Naturaleza como un milagro de la Creación que
merece respeto. Y respetar el milagro es hacer uso racional de sus dones, en
lugar de “administrarlos” bajo la irresponsable y majadera premisa aquella de que
“la Providencia proveerá” (atención Insopesca y un largo etcétera).
Leyendo un artículo de un poeta cuyos escritos frecuento, acabo
de toparme con esta cita de San Agustín: “La naturaleza de Dios es como un círculo cuyo centro está en todas partes y su circunferencia en ninguna”.
Atreviéndome
a interpretar al Santo Doctor, pienso entonces que cada uno de nosotros es el
centro de uno de esos círculos y nuestras acciones, la circunferencia, puede
tener efectos desconocidos en límites difusos… justo como es el caso para cualquier ecosistema y sus componentes. En definitiva pues: la responsabilidad es nuestra y no de
la Providencia. El milagro verdadero es la capacidad con la que fuimos dotados para
asumirla.
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Más allá de extracción y producción de materia prima, la pesca es elemento de interacción con el ambiente, estructurador social y generador de culturas. Así debemos verla; así debemos promoverla, para que sea un auténtico agente de progreso para la gente de las costas y para sus cadenas de valor, en un marco ambiental sostenible en el largo plazo. Pepe (Juan José) Cárdenas.
viernes, 24 de abril de 2020
¿El milagro de la multiplicación de los peces?
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completamente de acuerdo con tus hipótesis del efecto combinado de la magnificación de las arribazones (siempre las ha habido, si bien, son muy variables en magnitud y temporalidad) y escasa "perturbación" de los cardúmenes, sobre todo de las especies altamente migratorias y transzonales. No hay ningún estudio a la mano que lo certifique, pero digamos que es la aplicación del sentido común. El mismo que hace falta para percatarnos -y aquí también coincido contigo- gracias a esta suerte de experimento propiciado por la escasez de gasolina, de la necesidad urgente de un cambio en nuestras políticas de ordenación pesquera.
ResponderEliminarEn cuanto al rol de un creador...prefiero abstenerme de hacer comentarios de acuerdo o desacuerdo, por carecer de competencias para juzgar ese asunto.
Saludos
Orlando Pomares Ferraz
Aprecio tu comentarios y la deferencia de leerme.
EliminarSolo se trata, efectivamente, de un poco de sentido común.
¿Lo otro?...lo otro es también para la libre interpretación. La mía es apenas la de un agnóstico ignorante.
Gracias!
Excelentes observaciones y reflexiones amigo Cárdenas...
ResponderEliminarquiza podamos enderezar el rumbo, a lo mejor aun tenemos tiempo. ojala entendamos que si hay un milagro en cada una de las diversas manifestaciones de la vida que compartimos con las demas especies. Y que si somos tan SAPIENS las respetemos como nos gustaria que respetaran la nuestra. Parece que la cosa va porque no somos todo lo sapiens que pretendemos
ResponderEliminarExcelente Pepe, concuerdo. Menos presión sobre la fauna y más tiempo para pensarlo.
ResponderEliminarQue orgullo de contarte entre mis amigos Pepe, imposible haber escrito algo mejor para esos sucesos de la naturaleza. Demás está decirte que, desde mi punto de vista agnostico, comparto plenamente tus muy bien planteadas apreciaciones. Fuerte abrazo!
ResponderEliminarConcuerdo contigo Pepe, por supuesto. Una pequeña historia (o más bien observación científica) sobre la sardina del Mediterráneo, para fortalecer tu hipótesis: los pescadores cuentan que es sujeta a la “Saturday night fever”, ya que el lunes los cardúmenes se encuentran más grandes que el viernes. Explicación: como los pescadores no salen en los fines de semana, estos dos días de tranquilidad le dan a la sardina tiempo para reconstruir sus cardúmenes. Algo similar esta pasando en la costa de Venezuela. Interesante también ver que, cuando el hombre le deja el espacio, la fauna salvaje vuelve a sus ciclos espaciotemporales habituales. Habrá una memoria colectiva transmisible? Como: por genética o por cultura? Cuantas vías de comprensión científica nos abre este episodio inédito. Los biólogos son tal vez los únicos que se felicitan de este momento extraordinariamente interesante del punto de vista de la ecología.
ResponderEliminarTal cual, ha sido mi respuesta a quienes me han preguntado y me permito enviar tu blog a esas personas ya que es un documento impecable. Un gran abrazo amigo.
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