sábado, 14 de octubre de 2017

Déliquescence: disolución, decadencia, degeneración, decrepitud...

 
Caracas, 19 de abril de 2017 (zocalo.com.mx)



Estimado Sr. Villemonteix,


En primer lugar mi agradecimiento por la preocupación que la profundidad de su análisis deja traslucir, y que no puede ser sino la consecuencia de un afecto genuino por esta Tierra de (des)Gracia, afecto que no le impide reflexionar desapasionada y objetivamente. 


Yo, originario y habitante de este país, y, por lo tanto, víctima directa, material y sentimental, de sus tribulaciones, no me siento capaz de despojar lo que escribo de una pasión que, seguramente y en alguna medida, contamina mis opiniones.


Y justamente aquí es de dónde nace una primera pequeña diferencia con sus apreciaciones: la muerte absurda y frecuente de los ciudadanos en manos de las fuerzas armadas (las minúsculas son intencionales); o por desatención médica o por carencia de medicinas y alimentos; el desmembramiento de decenas de miles de familias de todos los segmentos sociales -no solamente de clase media o alta- generado por la diáspora de 2 millones de connacionales, 85% de ellos menores de 40 años; el dolor y la angustia vivos en las calles, en la piel de quienes comen de la basura y en la de quienes hacemos algún esfuerzo fútil por querer aliviarlo…todo eso y más, no puede ser abordado desapasionadamente.

La indignación y la rabia han probado ser más poderosas que la fe moviendo montañas. La indignación y la rabia nos impulsan a preguntarnos “¿cómo pudimos llegar a esto?” y para esa pregunta han surgido respuestas. Algunas de ellas necesariamente hurgan en  el origen de todos estos males.


Y aquí mi segunda pequeña diferencia: nunca vi en el chavismo ambiciones justicieras. Este movimiento debutó en sociedad con un golpe de Estado (1992), en el que murieron decenas de personas en aras y como consecuencia de un absurdo, de una felonía. Luego, como partido político, se inauguró como poder formal en 1999, mientras decenas de miles morían arrastrados por un deslave, en medio de la desatención del presidente (vuelvo con las minúsculas) ocupado en hacerse aprobar una constitución personalista y repleta de ambigüedades. 

Poco después, al año siguiente, las primeras acciones concretas “en favor del pueblo”, se iniciaron con el “Plan Bolívar 2000”, que entregó, por primera vez (ya vamos por el tercer o cuarto episodio similar), la comercialización y distribución de alimentos a los militares, con negociados ilícitos, importaciones irracionales y beneficiarios seleccionados con criterios políticos.


Es así que, si bien es verdad que la Revolución Bolivariana (sufro con las mayúsculas), supo identificar los problemas ingentes de la sociedad, lo hizo como mecanismo de chantaje, prometiendo igualdad y dando algunas señales de que ella era posible (vivienda, subsidios directos, gasolina y electricidad ridículamente baratos), solo para luego asegurar su permanencia el poder gracias a las esperanzas del pueblo que tuvo algunas “muestras gratis” de que esas esperanzas podrían efectivamente estar fundadas. Muestras gratis ahora inexistentes, luego de agotar irresponsablemente un millón de millones de dólares provenientes en buena parte de un precio de más de 100 dólares por barril de petróleo, durante una coyuntura temporal, infortunadamente, demasiado larga.


Desde 2002 y hasta esta fecha, un desatinado control cambiario ha puesto, siempre en manos de los militares, la potestad de manejar a conveniencia de un puñado de ellos y sus asociados, la extravagante diferencia de 3000 veces entre la tasa de dólar oficial y la que determina hoy el mercado negro.  


Visto el proceso y visto los resultados, amigo Villemonteix, queda muy claro que la ideología oficial y los valores que ella preconiza, además de sus enemigos declarados (derecha, imperio norteamericano), son apenas hoy el  débil asidero ante la patada que la historia dará, esperemos, a sus pretensiones de permanencia y/o impunidad.


Efectivamente la pesca venezolana es una buena vitrina del comportamiento de cualquier otro sector económico y social del país, y he aquí otro ejemplo:


¿Por qué ha caído la producción agrícola de los rubros principales (arroz, maíz, azúcar, carne, leche...) a menos del 30% de los requerimientos del país, cuando hace pocos años éramos autosuficientes y/o excedentarios? Porque con un dólar artificial y enormemente sobrevalorado, la importación se convirtió en el mejor negocio del mundo, sobre todo cuando el importador y el que asigna los dólares a tasa preferencial son la misma persona…el mismo grupo.


Todo Villemonteix, cada aspecto de la vida cotidiana, nimio o trascendente, está regido por las fuerzas de las comisiones, la “coima”, la “mordida”, el “cuánto hay para eso”… pot-de-vin, dit-on en français? Mecanismo este que ha florecido como medio para acceder a las divisas a tasas preferenciales y a toda la cadena coligada de importación con sobreprecios, falsos aduaneros y ventas en el país con ganancias deformadas por el diferencial cambiario.


Este es un sistema profundamente corrupto desde su primer día y antes, que inexorablemente ha derivado en la degradación de todo, en la ruindad de la gente y ahora, como sello, esperemos final de esta locura, en la infamia del narcotráfico, depravando desde el otrora humilde pescador, hasta los figurones más connotados del poder oficial.


Al final, usted se dará cuenta, terminé narrando realidades, pero quizás con demasiados adjetivos cargados de pasión. No se puede menos Monsieur Villemonteix: la “malédiction” y la “déliquescence” que usted mismo emplea para describir correctamente a nuestro país de estos días, son términos que nos obligan a reaccionar con ardor para recuperar y superar a aquella Venezuela que usted conoció… demasiado desorden tropical, demasiado imperfecta, sí, pero donde la justicia social era una pretensión lejana pero real; donde éramos relativamente felices pues era válido soñar y pretender.


Merci encore, 


Pepe Cárdenas

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