Caracas, 19 de abril de 2017 (zocalo.com.mx)
Estimado Sr.
Villemonteix,
En primer
lugar mi agradecimiento por la preocupación que la profundidad de su análisis
deja traslucir, y que no puede ser sino la consecuencia de un afecto genuino
por esta Tierra de (des)Gracia, afecto que no le impide reflexionar
desapasionada y objetivamente.
Yo,
originario y habitante de este país, y, por lo tanto, víctima directa, material
y sentimental, de sus tribulaciones, no me siento capaz de despojar lo que
escribo de una pasión que, seguramente y en alguna medida, contamina mis
opiniones.
Y justamente
aquí es de dónde nace una primera pequeña diferencia con sus apreciaciones: la
muerte absurda y frecuente de los ciudadanos en manos de las fuerzas armadas
(las minúsculas son intencionales); o por desatención médica o por carencia de
medicinas y alimentos; el desmembramiento de decenas de miles de familias de
todos los segmentos sociales -no solamente de clase media o alta- generado por
la diáspora de 2 millones de connacionales, 85% de ellos menores de 40 años; el
dolor y la angustia vivos en las calles, en la piel de quienes comen de la
basura y en la de quienes hacemos algún esfuerzo fútil por querer
aliviarlo…todo eso y más, no puede ser abordado desapasionadamente.
La
indignación y la rabia han probado ser más poderosas que la fe moviendo
montañas. La indignación y la rabia nos impulsan a preguntarnos “¿cómo pudimos
llegar a esto?” y para esa pregunta han surgido respuestas. Algunas de ellas
necesariamente hurgan en el origen de
todos estos males.
Y aquí mi
segunda pequeña diferencia: nunca vi en el chavismo ambiciones justicieras.
Este movimiento debutó en sociedad con un golpe de Estado (1992), en el que
murieron decenas de personas en aras y como consecuencia de un absurdo, de una
felonía. Luego, como partido político, se inauguró como poder formal en 1999,
mientras decenas de miles morían arrastrados por un deslave, en medio de la
desatención del presidente (vuelvo con las minúsculas) ocupado en hacerse
aprobar una constitución personalista y repleta de ambigüedades.
Poco después,
al año siguiente, las primeras acciones concretas “en favor del pueblo”, se
iniciaron con el “Plan Bolívar 2000”, que entregó, por primera vez (ya vamos
por el tercer o cuarto episodio similar), la comercialización y distribución de
alimentos a los militares, con negociados ilícitos, importaciones irracionales
y beneficiarios seleccionados con criterios políticos.
Es así que,
si bien es verdad que la Revolución Bolivariana (sufro con las mayúsculas),
supo identificar los problemas ingentes de la sociedad, lo hizo como mecanismo
de chantaje, prometiendo igualdad y dando algunas señales de que ella era
posible (vivienda, subsidios directos, gasolina y electricidad ridículamente
baratos), solo para luego asegurar su permanencia el poder gracias a las
esperanzas del pueblo que tuvo algunas “muestras gratis” de que esas esperanzas
podrían efectivamente estar fundadas. Muestras gratis ahora inexistentes, luego
de agotar irresponsablemente un millón de millones de dólares provenientes en
buena parte de un precio de más de 100 dólares por barril de petróleo, durante
una coyuntura temporal, infortunadamente, demasiado larga.
Desde 2002 y
hasta esta fecha, un desatinado control cambiario ha puesto, siempre en manos
de los militares, la potestad de manejar a conveniencia de un puñado de ellos y
sus asociados, la extravagante diferencia de 3000 veces entre la tasa de dólar
oficial y la que determina hoy el mercado negro.
Visto el
proceso y visto los resultados, amigo Villemonteix, queda muy claro que la
ideología oficial y los valores que ella preconiza, además de sus enemigos
declarados (derecha, imperio norteamericano), son apenas hoy el débil asidero ante la patada que la historia dará,
esperemos, a sus pretensiones de permanencia y/o impunidad.
Efectivamente
la pesca venezolana es una buena vitrina del comportamiento de cualquier otro
sector económico y social del país, y he aquí otro ejemplo:
¿Por qué ha
caído la producción agrícola de los rubros principales (arroz, maíz, azúcar, carne, leche...) a menos del 30% de los
requerimientos del país, cuando hace pocos años éramos autosuficientes y/o
excedentarios? Porque con un dólar artificial y enormemente sobrevalorado, la
importación se convirtió en el mejor negocio del mundo, sobre todo cuando el
importador y el que asigna los dólares a tasa preferencial son la misma
persona…el mismo grupo.
Todo Villemonteix, cada aspecto de la vida
cotidiana, nimio o trascendente, está regido por las fuerzas de las comisiones,
la “coima”, la “mordida”, el “cuánto hay para eso”… pot-de-vin, dit-on en français?
Mecanismo este que ha florecido como medio para acceder a las divisas a tasas
preferenciales y a toda la cadena coligada de importación con sobreprecios,
falsos aduaneros y ventas en el país con ganancias deformadas por el
diferencial cambiario.
Este es un
sistema profundamente corrupto desde su primer día y antes, que inexorablemente
ha derivado en la degradación de todo, en la ruindad de la gente y ahora, como
sello, esperemos final de esta locura, en la infamia del narcotráfico,
depravando desde el otrora humilde pescador, hasta los figurones más connotados
del poder oficial.
Al final,
usted se dará cuenta, terminé narrando realidades, pero quizás con demasiados
adjetivos cargados de pasión. No se puede menos Monsieur Villemonteix: la
“malédiction” y la “déliquescence” que usted mismo emplea para describir
correctamente a nuestro país de estos días, son términos que nos obligan a
reaccionar con ardor para recuperar y superar a aquella Venezuela que usted
conoció… demasiado desorden tropical, demasiado imperfecta, sí, pero donde la justicia
social era una pretensión lejana pero real; donde éramos relativamente felices
pues era válido soñar y pretender.
Merci
encore,
Pepe
Cárdenas
No hay comentarios:
Publicar un comentario